Mano a mano de Chenel y Chicuelo
Los aficionados al toreo a pie en coso son poco dados a los espectáculos ecuestres. Cuando de rejones se trata se buscan excusas y largan el boleto del que disponen por venir incluidos en el abono. Cuando hay festejo mixto, como ayer, la cosa cambia. A regañadientes afecta la proposición empresarial. La impronta de que se le surta una espada lo llevan mal. Para los aficionados siempre hay un torero que falta en los carteles del serial. Un veterano en racha o un torerito en alza que les gustaría examinar por ver si es cierto lo que de él se dice.
Cuando el mixto festejo lo encabeza Pablo Hermoso de Mendoza la cosa cambia. Con el estellés todos están conformes. Los aficionados al toreo a pie en coso le sienten y le juzgan como torero. Las expectativas que levantó el caballero rejoneador se cumplieron.
Bohórquez, Marca / Mendoza, Marín, Gallo
Dos toros de Fermín Bohórquez para rejones, despuntados, flojos y nobles. Cuatro toros de José Luis Marca para la lidia ordinaria, sin presencia, flojos y descastados. Pablo Hermoso de Mendoza: rejón trasero (oreja); pinchazo en sitio (gran ovación y saludos). Serafín Marín: media caída -aviso- (saludos); estocada caída (vuelta). Eduardo Gallo: media estocada (silencio); dos pinchazos -aviso- y 10 descabellos (silencio). Plaza de Santander, 28 de julio. 8ª de abono. Lleno de "no hay billetes".
Sin buscar el aplauso fácil y con ausencia total de alardes estridentes dio toda una sinfonía de suavidad, temple y gracia. Con las distintas grupas con las que actuó en el que abrió plaza. Chenel fue el cénit. Tal es la compenetración entre ambos que llevado el caballo a dos pistas ejerce de muleta del caballero torero. Esa es la sensación que perciben los tendidos. Sin forzar, ni marcar espuelas sólo con rodillas y arriendas, Chenel recibe las órdenes, quiebra, templa y cambia. Alma torera de un caballo nacido para este arte.
Excalibur fijó con suavidad de capote al cuarto. Labrit quebró magistralmente en banderillas, mejor el primero que el segundo. El remate final corrió a cargo del veterano Chicuelo, quiebros y molinillos a la salida de los mismos enardecieron los tendidos. Pedazo de cartel: Chicuelo, Chenel y Mendoza.
La joven terna de matadores que tenían que dar réplica en lidia ordinaria lo debieron ver muy negro.
Serafín Marín sustituía al lesionado Sebastián Castella. Su primero un alevín al que le faltaba de todo sobremanera fuerzas se vino a dar una voltereta por causa de un capotazo con efecto contrario. Arreglada quedó la cosa. Con tal material el catalán largó un trasteo de pases mudos. "Música, que nos dormimos", vocearon desde la grada. La música que le sonó al artista fue en forma de aviso. En el otro, tras desastrosa lidia de trapazos, por alto, llegó con la cabeza por las nubes. Consecuencia: a trapazo, enganchó; a redondo, desarme, y, al natural, susto. Así 10 minutos y sin música, que horror.
Eduardo Gallo se presentaba en Santander. Tal circunstancia le obligó a brindar a la concurrencia. Ésta le pagó con dos ovaciones, una por la dedicatoria y la más estruendosa por caer del gusto de los espectadores la montera. Con la muleta no alcanzó un punto tan álgido. Los pases despegados, los enganchones y desarmes desaniman a los palmeros. Quiso venirse arriba en el que cerró festejo, pero ni por esas. Estuvo un poco más afortunado en pases sueltos y adornos tras perder paso.
Otro saldo ganadero que deja la feria tocada. Todo preparado para el triunfalismo absoluto y por culpa del mal ojo de los veedores las medallas se están volviendo lanzas.
Babelia
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