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FERIA DE SANTANDER

El Cid se exhibe a sus anchas

Había mano a mano entre los gallos del escalafón. La empresa lo había programado con motivo del 250 aniversario de la concesión del título de ciudad a la capital de Cantabria. Todo un acontecimiento para los aficionados en general y para los partidarios de uno y otro en particular.

El desenlace de estos retos en la cima es esperado y valorado por el resto de los aficionados del país. Es imprescindible, para que el festejo tenga altura, un escogido encierro. No salieron tan sensacionales como se anunciaban los pupilos de Jandilla. Ramplones de trapío, sus escasas fuerzas escamotearon la suerte de varas. A minimonopullazo por morrillo salió la cosa si exceptuamos el quinto. Por casta sacaron la del toro artista, pero de reparto. Sin nominación al oscar. A estos mimbres súmese el de la sosería, de noche y sin luna llena. Los toros artistas de reparto no están para gracias.

Jandilla / Rincón, Cid

Toros de Jandilla, justos de presentación, faltos de fuerza y nobles. César Rincón: dos pinchazos, estocada (pitos). Tres pinchazos, aviso, estocada (silencio). Media estocada (pitos). El Cid: media estocada, descabello (vuelta). Estocada (dos orejas). Estocada, dos descabellos (oreja). Salió por la puerta grande. Plaza de Santander, 5ª de feria. Lleno.

Una formidable ovación obligó a saludar desde el tercio, montera en ristre, a los intérpretes. Era el pistoletazo de salida. Mientras El Cid fue sumando en su cuenta ovaciones verónica tras verónica, serie tras serie, a César Rincón las palmas se le tornaron protestas, y luego pitos y bronca.

Desconcertado, lleno de dudas, el colombiano fue una sombra de sí mismo. Para colmo, no tuvo suerte con su lote. En el quinto, que brindó al público, quiso pero no pudo. A toro dudoso torero gazapón. En los tendidos, opiniones para todos los gustos. Entre medias, algunos se preguntaban quién forzó su reaparición. Sea como fuere, suya es la responsabilidad de hacer un paseíllo mermado de facultades en un festejo de tanta trascendencia.

El Cid cargó con la responsabilidad del mano a mano, sin oponente. Lo suyo fue un monólogo, del que salió airoso con altísima nota, sin ofender al compañero.

Serio, templado y torerísimo, fue desgranando toda una tauromaquia del bien hacer. Desde la honradez y sinceridad de su toreo llegó hasta el último rincón de los tendidos. Y acabó abriendo la puerta grande con todo merecimiento.

El Cid, durante un momento de su faena ayer en Santander.
El Cid, durante un momento de su faena ayer en Santander.REUTERS

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