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Reportaje:TOUR 2005 | Decimoctava etapa

Un lector empedernido

Marcos Serrano, íntimo amigo de Pereiro, olvidó por un día su condición de gregario

Eddy Merckx vio a su hijo Axel meterse en la escapada buena. Sentado ante el televisor, en Burdeos, cogió el teléfono y llamó a Robert Lelangue, que fue su director en el Molteni y ahora es el chófer de Leblanc, el patrón del Tour. Mediante el viejo amigo, el Caníbal mandó mensajes a su hijo, que pedaleaba en el grupo de escapados por el corazón del Languedoc. Axel Merckx debió de escucharle, reguló y llegó con sorprendentes posibilidades de victoria a la subida de Jalabert, que así se conoce desde hace diez años a la carretera que lleva de Mende al aeródromo de la localidad. Tres kilómetros al 10% que para la organización son un puerto de segunda y para los corredores "una tortura", como reconocía Zandio, del Illes Balears, que dijo hasta aquí he llegado y se despidió de sus compañeros de fuga a falta de cinco kilómetros para la meta.

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Podía haber llamado diez mil veces Eddy, podía hasta haberle prestado sus piernas a su hijo, desde Burdeos que Axel, ayer, no habría ganado ni por esas. Ayer era el día de Marcos Serrano, un gallego culto que si en vez de nacer en Chapela, pedanía de Redondela (Pontevedra), lo hubiera hecho cerca de Grimberger, en Bélgica, se habría hecho de oro ganando clásicas con la mitad de pedaladas que ha dado en su vida ayudando a los demás, primero en el Kelme, después en el ONCE y ahora en el Liberty. "Es un gregario que sube bien", le definió ayer Marino Lejarreta, que en 1990 ganó muy cerca de Mende, en Millau. El junco de Berriz trabaja en el Liberty, junto a Manolo Saiz, quien ayer reconocía que la victoria de Serrano "le viene bien al equipo". "Los chavales han trabajado mucho en este Tour, pero como nos ha fallado el líder, no se ha valorado lo suficiente", dijo Saiz, que cada vez que se acerca por estos lares gana etapa, con Lejarreta y Jalabert en 1995 en tarde enorme de pedales.

Dicen algunos que Saiz se replantea las funciones del gallego, "honesto y comprometido", al que le acaba de renovar por dos años. Será por su compromiso con el grupo, que quedó patente cuando el corredor tomó la palabra: "Este equipo ha sabido levantar la cabeza, podemos estar muy orgullosos todos", afirmó.

Serrano, amigo íntimo de Pereiro -"entrenamos 200 días al año juntos"- se resiste a ser considerado un gregario. "Si he de trabajar, trabajo, pero tengo mis cualidades". De hecho, cuando Manolo Saiz le reclamó para el ONCE, por recomendación de Álvaro Pino, fichó a un tipo que iba para figura, un corredor de mucha clase, escalador pero bastante rápido, que ayer se subió al podio del Tour gracias a las horas que lleva dando pedal: "Es así, he puesto en funcionamiento toda mi experiencia en las clásicas. Este final era de clásica y lo sabía". Pero la carretera, que tiene estas cosas, le ha llevado a pensar más en los demás que en él y lo ha hecho sin que se le cayeran los anillos. "A mí me gusta rozar triunfos como este", explicó.

Enamorado de las clásicas -este año ha hecho 8º en Lieja y 7º en la Flecha Valona- atacó dos veces a fondo para quitarse de encima a Merckx y Vasseur y no lo logró. "Ha sido en el ataque más flojo cuando me he ido. Sabía que llegaba solo o no ganaba". Cambió de ritmo y dijo adiós. Llegó solo, como llegan los campeones, tras un sprint de dos kilómetros, pedaleando de pie, más propio de clasicómano que de un simple gregario, por mucho que tenga que ejercer de tal. Falto de líder a quien ayudar, superada la gripe que casi le deja fuera de combate en los Alpes, ayer llegó el primero a un monte plagado de saltamontes. En casa, sus dos hijos, Clara y Marcos, lo celebraron con mamá.

A Serrano se le nota que es hijo del dueño de una imprenta y que de niño le cogió afición a la lectura. Estudiante de INEF, descartó matricularse en periodismo en el último minuto. Se maneja con soltura al explicarse. Empedernido lector noctámbulo, no metió un sólo libro en la maleta que se trajo al Tour porque luego, por la noche, le dan las mil y hay que descansar.

Así, descansado, ganó en un aeródromo a un Merckx.

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