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Reportaje:EXTRANJEROS EN LA COSTA | Verano 2005

El gol de quedarse en Cádiz

El futbolista argentino Hugo Vaca, con 27 años de vida gaditana, tiene un programa deportivo en la televisión comarcal

A Hugo Vaca le saludan cuando cruza el Paseo Marítimo de Cádiz. También cuando entra en un bar. Le invitan a una copa y le recuerdan anécdotas recientes. El fútbol le ha dado la popularidad que ahora disfruta paseando por las calles gaditanas, contemplando la playa Santa María del Mar. Una imagen que le devuelve otra. "Cuando me vine de Argentina y vi el mar, me dije: ¿dónde hay que firmar para quedarse?". Llegaba como un fichaje al equipo cadista y él se hizo socio de una ciudad que, desde entonces, no ha abandonado.

Hugo Vaca recuerda el día que comenzó a ser gaditano. El 23 de agosto de 1978. Tenía 22 años. Sólo dos días antes el entrenador del Córdoba argentino le llamó y le anunció que un equipo español le había fichado. Le sonaba el nombre futbolístico pero apenas sabía nada. Buscó Cádiz en un atlas y lo encontró al sur de España. "Me dijeron que era una ciudad con playa, mucho calor y poca lluvia". Y en 48 horas pudo comprobar la realidad de aquella descripción en un viaje relámpago. Fichó por tres años pero se quedó para siempre.

Vaca nació en un pequeño pueblo de interior de Argentina, en Balnearia, a 200 kilómetros de la gran ciudad de Córdoba. "Siempre he sido un poco andaluz", se define entre risas. La playa más cercana la tenía a mil kilómetros. Por eso, el espectáculo de las olas y la arena fue lo que más le cautivó de entrada. También el carácter de su gente. "Los cordobeses argentinos son graciosos y muy rápidos, como los gaditanos", explica.

Fue el entonces presidente del Cádiz Club de Fútbol, Manuel Irigoyen, el que se fijó en él y decidió traerlo al equipo amarillo. Había debutado en la primera división de su país con 16 años. Sólo 6 años después cambió de liga y de país. Confiesa que el fútbol le ha dado sus mejores momentos en la ciudad. Como el ascenso a primera de la temporada 1980-1981. "Cuando toda la afición sale a las calles y corea tu nombre, te sientes un Dios. Es lo más grande".

Y fueron sus compañeros de equipo los que le enseñaron a empaparse de gaditanismo, en unos años en los que la mayor parte de la plantilla era natural de Cádiz. "Ellos me llevaron al barrio de la Viña y al Cine Caleta, además de enseñarme dónde tomar pescaíto frito". Costumbres que mantenía en una época en la que, según recuerda, tenía "inmerecida" fama de golfo. Compartió piso con el salvadoreño Mágico González, un mito del Cádiz, hasta que Irigoyen los separó. "Dijo que yo era una mala influencia para él", rememora entre carcajadas.

Una gaditana terminó por aferrarle a esa vida lejos de Argentina. En 1985 se casó con Mari Luz, con la que ha tenido tres hijos. Su arraigo definitivo a la ciudad de la playa. Siempre ha vivido muy cerca del Estadio Carranza, el campo del Cádiz, un equipo al que permanece ligado a pesar del paso del tiempo. Después de ser jugador, llegó a ser secretario técnico y, desde hace cinco años, tiene su particular programa deportivo en Onda Luz Televisión, una cadena comarcal, donde habla de lo que sabe. "El fútbol es como mi novia. Algunas veces digo que sólo le he puesto los cuernos una vez. Fue cuando me casé con mi mujer", bromea.

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De su país le queda el acento que le recuerdan aquellos tiempos cuando todavía no ubicaba en el mapa las olas y la arena de Cádiz; mucho antes de que sus paseos se interrumpieran por los saludos cariñosos de los gaditanos.

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