Pulso africano
Saluda y se sienta tras la batería. Con una de esas coloridas vestimentas de patchwork (trozos de diferentes telas) y sus ya conocidos dreadlocks (largas trenzas enmarañadas) que lucen los seguidores de Baye Fall, una de las cofradías senegalesas del islam. Allí, sobre una tarima en segundo plano, se pasó Cheikh Lô buena parte del concierto. Soltando en compañía de sus músicos unas canciones que cada vez se alejan más de la estructura occidental porque él ha decidido dilatarlas hasta situaciones próximas al trance. Ahora, hasta prescinde de saxo y flauta. Puro ritmo. Infeccioso como un virus.
Cheikh Lô es una de las voces más originales de las músicas africanas -en plural, porque las que pueden oírse en Malí tienen lo mismo que ver con las que se escuchan en el Congo, Sudán o África del Sur que una bulería con un vals-. Este hijo de senegaleses, que nació y creció en el país de Burkina Faso -la tierra de los hombres íntegros-, consigue un resultado único mezclando ingredientes de la rumba congoleña, el reggae jamaicano, el funki norteamericano o los sonidos tradicionales cubanos. Espléndida su adaptación de El carretero, de Guillermo Portabales. El toque inequívocamente senegalés de sus canciones lo dan los tambores sabar (de tamaño grande y sonido grave) y tama (de axila, o tambor parlante, de sonido más agudo), pero no andan muy lejos del escenario los poderes hipnóticos de Fela Kuti o James Brown.
Cheikh Lô
Cheikh Lô (batería, guitarra y voz), Samba N?Dokh (tama), Thio M?Baye (sabar), Arona Barry y Bachir Dia (teclados), Malick Sy (bajo) y Sankoung Diabate (guitarra eléctrica). Veranos de la Villa. Conde Duque. Madrid, 15 de julio.
Desde que sorprendiera a todo el mundo con el disco Né la thiass -producido por Youssou N'Dour hace casi diez años-, Cheikh Lô no ha dejado de convencer.
Babelia
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