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Crítica:CLÁSICA | 'Lo sposalizio'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Venecia charra

Uno de los atractivos de la primera edición del Festival de las Artes de Castilla y León era el estreno en España de Lo sposalizio, un espectáculo en el que Robert King y sus huestes presentan la música que pudo tocarse y cantarse en Venecia en la ceremonia de las bodas del mar y la ciudad -el día de la Ascensión- hacia 1600. Que la expectación era enorme lo demostraba la cola, que llegaba hasta Anaya. De no defraudarla se encargó el gran director inglés, que dejó al público -respetuoso del todo a pesar de la entrada gratuita- con la boca abierta tras uno de esos conciertos difíciles de olvidar. No era fácil sustituir la laguna por la catedral, el Bucentauro -la embarcación del Dux- por la imaginación, aunque, en la parte sacra de los esponsales, poco importara que aquello no fuera San Nicolò al Lido. Menudo escenario el retablo de los hermanos Delli..., que eran de Florencia. Y, para rematar, una acústica perfecta en la que nada se perdía, en la que los dos chitarroni se dejaban escuchar sin problemas, ellos que tantas veces se quedan casi en pura mímica.

The King's Consort

Robert King, director. Varios autores: Lo sposalizio. Catedral Vieja. Salamanca, 15 de julio.

Lo escuchado allí fue una suma de músicas de los Gabrielli, Guami, Kapsberger, Gussago, Viadana, Massaino y Monteverdi, precedidas de tambores, fanfarrias y hasta de las campanas de la mismísima Venecia grabadas previamente. Las transiciones entre las distintas piezas se resolvieron con fragmentos para órgano o chitarrone, de manera que no hubo más descanso que cinco minutos para aliviar los glúteos de la dureza de los bancos de la catedral. En las canzone, los sacabuches y los trombones mostraron una afinación envidiable y King las trató con una fluidez de trazo que era pura levedad marina. En los madrigales, la calidad de algunas de las voces del King's Consort se elevó hasta lo casi milagroso, sobre todo por parte de Charles Humphries, uno de los mejores contratenores que este crítico ha escuchado en su vida. En la Misa, la suma de voces e instrumentos mostraba una cohesión admirable, pero, sobre todo, emocionaba hasta el límite.

¿Cómo es posible juntar tanta belleza? Primero, porque la serenísima existió un día. Y luego, porque Robert King es un músico de una inteligencia especial y alguien que transmite maravillosamente lo que ama, se llame Purcell, Händel, Vivaldi, Monteverdi o Gabrielli. Su acercamiento a Venecia nace de la investigación, pero se remansa en un placer que primero se contagia y luego conmueve. Para eso hay que disponer, qué duda cabe, de unos conjuntos que se lo tomen de la misma manera, que se dejen mover. Y ahí, desde el primer día, King ha sido lo que su apellido indica: un rey.

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