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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Valencia busca de nuevo un futuro

La alcaldesa de la ciudad, Rita Barberá, acaba de anunciar que optará a un nuevo mandato municipal, con lo que sumará cinco consecutivos si el electorado no lo impide. Toda una vida gobernando, ya desde un escaño, ya con la vara edilicia de mando. Para tener fama de remolona resulta prodigioso el rendimiento que obtiene de su dedicación. A lo peor es que sus críticos confunden el quietismo con la holganza, cuando en realidad es que está pensando nuevas fronteras, otros horizontes para el cap i casal. De ahí aquel Plan Estratégico de los años 90, del que no sabría decir si, después de cernido, ha quedado algo. O el Proyecto Tercer Milenio, tan sonoro y sugestivo, del que podrá alegarse que se está en ello, pues hay milenio y alcaldesa para rato. O la capitalidad cultural de Europa, a la que se aspiró sin fundamentos claros, pues por nuestros índices de lectura y consumo de libros andamos en el pelotón de las urbes zoquetes.

Y ahora, en sintonía con el celebrado anuncio de que se volverá a presentar a los comicios municipales de 2007, la avispada dama se saca de la manga un Centro de Estrategias y Desarrollo de Valencia (CEyD) que diseñará los objetivos a cubrir entre 2008 y 2015, año en el que previsiblemente exprimirá del caletre otro invento, igualmente sugerente y hasta interactivo, aunque acabe, como todos, en agua de borrajas. Y no es un juicio despectivo, sino una conclusión de la experiencia, acaso una fatalidad a la que nos aboca el gusto por la improvisación que bulle en la gestión de los negocios públicos. O sea, la falta de políticos de fuste. No hay más que ver en qué ha quedado la Avenida de las Cortes: saturada cuando está a medio poblar, o el Teatro de las Artes, cuyo proyecto parece un pollo descabezado.

No obstante, creo que ha sido una buena propuesta. Aunque los precedentes no sean muy estimulantes, igual suena la flauta y, reunidos en el CDyD unas docenas de expertos en distintas materias, se diseñan unas proyecciones de lo que ya somos y aspiramos a ser. Es cuestión de echarle imaginación, voluntarismo y unas dosis de sentido común. Por ejemplo, queremos constituirnos en un nudo de comunicaciones, aunque hayamos empezado mal con un cuello de botella entre Castellón y Tarragona. Y que recalen cruceros. Por pedir que no quede, a pesar de los mil destinos preferentes que hay por esos mares de Dios. Claro que no menos chocante es ensoñar ver Valencia convertida en un referente europeo de las artes escénicas, ahora, precisamente, que por problemas de liquidez acabamos de licenciar a Irene Papas, Bigas Luna y su tropa.

En estas líneas de actuación se cita una, obviamente extraída de un texto barato de prospectiva, que propende una "ciudad avanzada de la economía del conocimiento". Ahí es nada. Por ahora contamos ya con una gran Universidad Politécnica. Lástima que nuestra industria y servicios no propicien trabajo para tantos titulados ni acaben de sacudirse la crisis, abrumados como están esos sectores por el minifundismo genético, el acoso chino y el apogeo inmobiliario. Otros rendimientos puede dar el énfasis -digamos inversión- puesto en las ciencias de la salud, en las que Valencia ha sido históricamente una potencia, como ilustra el profesor José María López Piñero. Ahí hay un filón, en la idea y en el sabio.

En este tour d'horizon, que escribiría un finolis, debe subrayarse -y aplaudirse- el propósito de contar con el área metropolitana, ese cajón de sastre -a menudo un desastre territorial- que envuelve a la capital y del cual la capital se ha desentendido con delirante irresponsabilidad. Mataron la Gran Valencia, asesinaron el Consell Metropolità de l'Horta y veremos a ver en qué queda este intento que se pespunta y que tendrá que recuperar el tiempo perdido, sólo que con renovadas dificultades y justas desconfianzas. Con dos lustros por delante y buena fe hasta es posible que se limen y hablemos de metrópolis, eso que no somos todavía.

Aunque todo lo dicho está en suspenso hasta confirmar que, según los socialistas, el 51% de los electores está insatisfecho con la gestión de la alcaldesa. Con estos calores todo es posible.

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BOCHORNOSO

La instrucción del caso Fabra ha pasado por cinco jueces distintos y sucesivos. Nules, como destino profesional, no le interesa a ninguna señoría, que pone los pies en polvorosa a la primera ocasión. El escalafón, ya se sabe, y en su derecho estarán. Pero, de eso, qué culpa tiene el justiciable, la mentada plaza castellonense e incluso la imagen del cuerpo judicial, que salió más que lesionada del franquismo y lleva trazas de tocar fondo en la consideración de los ciudadanos. Decimos de los que todavía le tienen consideración a pesar de estos bochornosos espectáculos. ¡Los jueces y sus puñetas!

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