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Reportaje:FIN DE SEMANA

En burra, como Stevenson

Una ruta francesa que emula a la realizada por el autor escocés

Los más entusiastas repiten el viaje del escritor escocés hasta en las viandas: salchichón de Bolonia regado con beaujolais. Eso es calcar el viaje. Otros se conforman con dormir una noche a la intemperie para sentir esa inmensa oscuridad que Stevenson definió como "la noche dentro de la noche". Eso sería imitar. Y algunos simplemente se hacen acompañar como él por una burra. Emular. Nunca mejor dicho. Con eso es suficiente. No conviene seguir el libro al pie de la letra. Sobre todo, para evitar frustraciones al ver que ninguna enamoradiza Clarisse nos espera en el albergue de Le Pont-de-Montvert.

Las distintas burras que los ganaderos de la zona alquilan para recorrer la GR70, le chemin de Stevenson, tienen nombres como Eurydice, Comète, Trinita o Iris. Eso sí, hay que pagar bastante más que aquel vaso de coñac y los 65 francos que desembolsó por su jumento, Modestine, el autor de La isla del tesoro. El resto es pan comido: una pequeña lección sobre cómo amarrar el equipaje a los lomos de nuestra bestia, algo sobre su nutrición, otro poco de cuidados veterinarios y, sobre todo, un poquito de francés. Fundamental una palabra: prut, prut, prut, así, pronunciada a la oreja, para cuando el animal se ponga terco o, lo que es lo mismo, recalcitrant.

Robert Louis Stevenson empleó aquel prut en varias ocasiones. Su libro Viajes con una burra es toda una declaración, primero de odio y luego de amor, hacia su animal de compañía.

Se exige paciencia para adaptarse a eso que llaman el paso de burra, "ese minué tan inferior a la marcha como a la carrera", que anotó Stevenson. La contrapartida: comprobar que la mente también trabaja a otro ritmo, es decir, y volviendo al libro: "La soledad perfeccionada".

El escritor escocés, hijo de farero, conocedor, por tanto, de los confines, llegó hasta estos pagos con 21 años y tres razones. Necesitaba montañas para sanar sus malogrados pulmones, un terreno pedregoso para pensar en un difícil amor recién estrenado y un lugar con historias para poder escribir un nuevo libro. Por eso eligió el país de los camisards, estos abruptos valles donde los rebeldes protestantes resistieron durante tres años al empuje católico de Luis XIV. Stevenson sólo escribió de ellos un párrafo. El viaje le sirvió más bien para los otros argumentos: respirar un poco, enamorarse del todo.

Releer con los pies

Ocho mil personas hacen esta ruta al año. Un 15% emulan a Stevenson, esto es, se acompañan de una burra. En un par de semanas se pueden recorrer los 220 kilómetros que separan Le Monastier-sur-Gazeille de Saint-Jean-du-Gard. De un paisaje volcánico, con sus casas de basalto y caminos de lava, se pasa después al más puro karst, con sus sendas de caliza y plantas carnívoras como las droseras. Todo un campo bien abonado para aquel que se definía a sí mismo como "un literato que dibuja paisajes".

La senda que trazó el escocés permite además atravesar tres hitos: Le Gévaudan, la zona menos poblada de Francia, con cementerios que juntan sólo seis lápidas; Lozère, la región más elevada del camino, donde nunca se baja de los 100 metros de altura, y Cévennes, el único parque nacional habitado, con más corzos que personas. Es posible también alojarse en el retirado monasterio de Nuestra Señora de las Nieves y sentir "ese país tan callado, próximo a la tumba", que definió Stevenson.

Alojar a la burra tampoco resulta difícil. Siempre hay un establo amigo. Casi todos los albergues lo proporcionan y dan al animal su ración de hierba, avena, agua... es decir, pensión media, por tres euros.

Mientras, a los bípedos se les ofrece degustar, por algo más de dinero, unas lentejas con nata o una bajanat, sopa de castañas con vino. También en los albergues dan conversación. Gratis y de la buena. Los posaderos son un saco de historias. Ahí está monsieur Simonet, con sus 12 años de trabajo en la Antártida, en la parte francesa, "la de más pingüinos". O Philippe Blanc, un marinero anclado ahora tierra adentro, quien asegura: "El mar nunca se deja, siempre te persigue". O el señor Papadimitriou, que vino hasta aquí desde Grecia: "¿Por qué va ser? Por una mujer".

Una vista del camino, en el sur de Francia, que Stevenson recorrió en 1879 acompañado por la burra <i>Modestine.</i>
Una vista del camino, en el sur de Francia, que Stevenson recorrió en 1879 acompañado por la burra Modestine.ÓSCAR ALEGRÍA

GUÍA PRÁCTICA

Información

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Association Sur le Chemin de Stevenson,

en Le Pont-de-Monvert (00 334 66 45 86 31 y www.chemin-stevenson.org).-

Rando-âne

(00 334 71 08 81 42), Marcel Exbrayat. Alquiler de burros en Arsac-en-Velay, 40 euros, un día, y 200 euros, una semana.Comer y dormir-

Le Modest'Inn

(00 336 07 61 55 66). Como

Modestine,

la burra de Stevenson. En Langogne. Media pensión, 30 euros.-

Refuge du Moure

(00 334 66 69 03 21). En Cheylard-L'Évêque, media pensión, 35 euros.-

L'Étoile

(00 334 66 46 05 52). En La Bastide, media pensión, 35 euros. Antiguo balneario.-

L'Escoutal

(00 334 66 48 64 08). En Le Bonnetès, cama, cena y desayuno, 32 euros.

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