Otra vez será
Llegaron los orgullosos freaks a la ciudad. Los acompañantes de George Clinton parecen haber sido elegidos por su heterogeneidad física y estilística. A diferencia de cualquier otra megabanda de funk, aquí no hay uniformes ni coreografías. Cierto que el complejo músico-vocal formado por Parliament y Funkadelic no es precisamente una banda puramente funky o de soul: todavía gustan de enzarzarse en abrasivas peleas de guitarras rockeras.
Siguiendo la jerga caribeña, ésta es una orquesta "de relajo". Unos veinte cantantes e instrumentistas -muchos de estos también cantan- van entrando y saliendo por el escenario, una masa proteica que parece tener una mecánica secreta y un repertorio inmensamente elástico. Brotan solos prolongados nada más comenzar el espectáculo y los momentos inspirados se alternan con los tropezones. La voz rasposa y retorcida de Belita Woods inflama todo lo que toca, mientras que de Kendra Foster se puede afirmar tranquilamente que es mejor bailarina que cantante. La violinista Lili Haydn parece haberse equivocado de grupo, aunque sus números personales complacen al respetable. Unos se esfuerzan -el saxofonista Greg Thomas- y otros parecen adormecidos en los laureles, caso del insigne teclista Bernie Worrell.
George Clinton
George Clinton (voz) más Parliament-Funkadelic.Veranos de la Villa, Patio del Conde Duque, Madrid. 14 de julio.
Gran comunicador
El propio George Clinton tarda en dejar ver su cabeza multicolor. Aunque los créditos del espectáculo le atribuyan la función de referee (árbitro), se desenvuelve esencialmente como comunicador, manteniendo contacto constante con el arrebatado público del Conde Duque. Le queda todavía una maravillosa voz rota, pero la usa poco. El entusiasmo del anciano catalizador sólo parece explicitarse ante Sativa, su nieta rapera.
Pasan demasiadas cosas en una actuación de Clinton para intentar ni siquiera una somera descripción. La impresión que se transmite esta noche es que se dispersa el impulso, que no se presta especial atención al desarrollo dinámico. Claro que Parliament-Funkadelic tiene mucho de volcán caprichoso y hoy no se permite que vuelva a explosionar. Las reglas del Ayuntamiento son tajantes: pasan cuatro minutos de las doce cuando les cortan primero la amplificación y luego la electricidad. Han estado activos dos horas y media; es decir, sólo hemos disfrutado de las dos terceras parte de su set habitual. Los asistentes siguen entonando el cántico de "give up the funk" hasta que entienden que no va más. Ha sido un delírium interruptus.
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