Dos mundos distintos se cuelan en los puestos altos
Edoardo Molinari y Eric Ramsay tienen 25 años. Los dos provienen de las rondas de calificación. Con el de ayer, pues, suman seis recorridos consecutivos. Empezaron a jugar el pasado domingo. Los dos son amateurs. Los dos serán profesionales cuando concluya la temporada. Ambos han pasado el corte. Ambos lo han hecho con una tarjeta extraordinaria. Pero Molinari nació en una familia acomodada del norte de Italia y Ramsay en una con problemas para llegar a fin de mes en el norte del Reino Unido.
Molinari debería estar en Turín. Poco después de concluir su fantástico recorrido le esperaban en el Aula Magna de la universidad para hacer el examen final de la carrera de ingeniero. "Creo que no me va a dar tiempo a llegar", bromeaba, tez morena, vello escapándosele por el cuello del jersey con la bandera de su país. Ramsay nació a menos de 20 kilómetros de Saint Andrews, "conozco bien sus vientos", en Dundee, la ciudad en la que el río Tye parte en dos la tierra para morir en el Mar del Norte.
Su padre es un modesto oficinista y él juega gracias al apoyo de la lotería escocesa, que le patrocina. "Pertenece a la clase trabajadora, diría yo", precisa un periodista local. Tiene un handicap 4 y en el libro oficial del Open ocupa menos de una quinta parte de una página. Sólo se dice que ganó el campeonato amateur de Australia y que su club de golf es el de Carnoustie. "Me favorece el que conozco bien el campo", dice, modesto, el jugador escocés.
Entre el 'pub' y la Iglesia
El padre de Molinari es dentista; su madre, ama de casa. La mamma seguía ayer el partido de su hijo cruzando los dedos en cada putt. El padre y su hermano, el golfista profesional Francesco Molinari, gritaban: "Bravo, bravísimo". Edoardo comenzó a jugar al golf desde muy niño porque sus padres eran aficionados. Jugaba cerca de su casa, uno de esos chalés desparramados en los alrededores de un campo de golf. Ramsay creció en una casa de ladrillo con un pub y una iglesia cerca.
Los dos jugadores fueron seguidos por un numeroso grupo de seguidores proclives a animar al débil, a la sorpresa del torneo. "Es muy divertido jugar con las masas siguiéndote, nunca me había pasado y me he divertido muchísimo", sonreía Molinari. A la sorpresa de los dos amateurs se unió una tercera, el alemán Tino Schuster, de 27 años, que juega en el circuito challenger y que concluyó la segunda jornada con una tarjeta de 142 golpes.
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