Quién paga a los asesinos
Los estudios existentes sobre financiación terrorista no brindan un entendimiento coherente o exhaustivo de los orígenes de las redes de financiación de la yihad. Se basan fundamentalmente en anécdotas y todavía no se ha analizado cada factor de forma aislada. Al mismo tiempo, se ha esclarecido que las redes de financiación no pueden entenderse completamente sin explorar los nexos entre sus fuentes y los factores políticos que los alimentan, entre los que se encuentran las quejas regionales, los sentimientos antioccidentales y las aspiraciones panislámicas.
En su esfuerzo para contrarrestar la influencia occidental en los países musulmanes, las organizaciones terroristas mundiales, como Al Qaeda o Abu Nidal, han obtenido recursos de Libia, Siria e Irán.
Grupos palestinos (por ejemplo, las Brigadas Mártires de Al Aqsa, el Frente de Liberación Palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina y otros) -algunas veces en combinación con organizaciones islámicas como Hamas- son patrocinados por palestinos exiliados, donantes privados en Arabia Saudí y los Estados del golfo Pérsico, así como por instituciones iraníes y musulmanas.
Los militantes chiíes que se oponen a la influencia occidental en el Líbano, como Hezbollah, obtienen fondos de Siria e Irán.
La idea de un archipiélago malayo unificado -el llamado Nusantara- es defendida por grupos terroristas del sureste asiático, como Jemaah Islamiyah y el grupo Abu Sayyaf. Obtienen fondos a través de donativos, el cobro de rescates y la promoción de una economía regional islámica. Estos esfuerzos son impulsados por los regímenes de Malasia e Indonesia, que expresan aspiraciones panislámicas similares.
Redes informales
Un análisis sobre la financiación regional y global del terrorismo muestra que las redes de fondos de la yihad carecen de estructuras formales en el sentido occidental y que las iniciativas, informales y personales, son las arterias de los recursos terroristas. Por ésta y otras razones, estudiar la financiación terrorista en el mundo musulmán ha sido una difícil tarea. Sólo una cuarta parte de los fondos terroristas congelados desde el 11-S de 2001 han sido embargados en el ámbito islámico. Esto constituye un fracaso importante, pues los grupos de la yihad continúan sus esfuerzos de recaudación de fondos a través de entidades financieras con sede en países de la región.
Además de las motivaciones ideológicas, la debilidad económica e institucional del mundo musulmán parece encontrarse en la raíz de este fenómeno. Esto incluye la inexistencia de estándares financieros aceptados y la ausencia de una capacidad técnica e institucional, especialmente en Estados cuyos sistemas financieros continúan operando en un vacío de regulaciones. Éstos no han sido investigados exhaustivamente por las instituciones de ayuda internacional y los programas de asistencia.
No hay transparencia
La falta de independencia y transparencia en las entidades judiciales y políticas, así como en las estructuras financieras, es un estorbo para el control y cumplimiento del buen ejercicio de la autoridad y su cumplimiento.
Aunque sobra decirlo, los esfuerzos para combatir el terrorismo son anteriores a los ataques del 11-S. Durante varias décadas, la ONU aprobó 12 convenciones que cubren un número de amenazas terroristas que van desde el secuestro de aviones de pasajeros hasta cuestiones de financiación. Esto último se trató en 1999 durante la Convención para la Supresión de la Financiación del Terrorismo de la ONU. El mosaico de acuerdos multilaterales, sin embargo, ha fracasado en su intento de generar una estrategia capaz de contrarrestar la naturaleza informal de los mecanismos de captación de recursos de la yihad. Además, se han desaprovechado las oportunidades para brindar asistencia a Gobiernos débiles con el fin de aumentar su capacidad para hacer frente al terrorismo.
La lucha antiterrorista continuará siendo responsabilidad esencial de los Estados; no obstante, habrá que recurrir a la cooperación internacional permanente. Además, para mantener la previsible lucha a largo plazo contra la financiación terrorista, las iniciativas deberán respetar los principios democráticos con objeto de garantizar la estabilidad y la cohesión. Serían necesarias dos iniciativas: la creación de un centro que coordinara y tuviera la responsabilidad de las actividades antiterroristas conjuntas, y la supervisión judicial, que ajustara la lucha antiterrorista internacional de manera rotunda a unos principios democráticos mínimos, que servirían de guía a la lucha contra la financiación de los terroristas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- 7-J
- Londres
- Terrorismo internacional
- Infraestructura terrorista
- Al Qaeda
- Terrorismo islamista
- Reino Unido
- Financiación terrorista
- ONU
- Política antiterrorista
- Islam
- Europa occidental
- Atentados terroristas
- Lucha antiterrorista
- Organizaciones internacionales
- Europa
- Relaciones exteriores
- Grupos terroristas
- Política
- Terrorismo
- Religión