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Reportaje:ARQUITECTURA

O'Gorman, de la pasión heroica al intimismo surrealista

Ciertos profesionales mexicanos sufrieron el síndrome de la Bella Durmiente, al aguardar un Príncipe Azul que los despertara al estrellato internacional: le ocurrió a Luis Barragán descubierto por Emilio Ambasz en 1976; a Teodoro González de León, quien amaneció con William Curtis en 1994 y Juan O'Gorman, revelado por Toyo Ito en 1998. Si Barragán representó la búsqueda de los orígenes primarios de la arquitectura, en reacción al frívolo y banal posmodernismo imperante en aquellos años; la dinámica multicultural existente a finales del XX encontró, en la figura de O'Gorman, el paradigma del arquitecto comprometido socialmente, radical en sus posiciones ideológicas y abierto a las disímiles experiencias que lo llevaron del estricto racionalismo a la libertad plástica inherente al lenguaje de un surrealismo regional. A su vez, simbolizó el drama del arquitecto latinoamericano, quien, ansioso de transformar el mundo nuevo, ilusionado con las infinitas potencialidades de una tierra virgen y de pueblos dispuestos a luchar por su emancipación -luego reprimidos y explotados por la dinámica económica que impuso el capitalismo "salvaje" de Estados Unidos-, se frustró ante la crisis del humanismo perdido, refugiándose en el mundo interior de la expresión artística. Con un carácter menos radical, su figura se aproximaría en la actualidad a la del arquitecto-pintor argentino Clorindo Testa.

La biblioteca se convirtió en el icono mundial de la arquitectura mexicana

En los años veinte, O'Gorman adolescente participó intensamente de la consolidación de la Revolución mexicana. Revelado su talento artístico, estudió arquitectura, trabajó con los maestros Carlos Obregón Santacilia y José Villagrán García, y, al mismo tiempo, inició sus actividades pictóricas bajo la tutela de Diego Rivera y Frida Kahlo, con quienes estableció una profunda amistad. En 1924, al leer Vers une architecture de Le Corbusier, se identificó con los enunciados básicos del Movimiento Moderno. Sin embargo, al construir la casa de sus padres (1929) y el estudio-residencia de Diego Rivera y Frida Kahlo (1931), su interpretación de los "cinco puntos" fue depurada de los componentes estéticos lecorbusieranos, filtrados por el rigor tecnológico y la búsqueda de una integración con la identidad cultural mexicana. Aunque la composición del conjunto respondió al racionalismo canónico, el tratamiento monacal de los espacios interiores estuvo más identificado con la "línea dura" de la Mittel Europa - defendida por Hannes Meyer y Karel Teige- que con el refinamiento del maestro francés. Sería lícito comparar el diseño del baño hedonista de la villa Savoye y el ascético espacio mínimo del baño de la casa de Frida Kahlo -a pesar del diseño de una bañera especial, adecuada a los problemas de salud de la artista- para percibir la antítesis conceptual entre ambos caminos. A la vez, la frialdad y neutralidad espacial resultó negada por el calor vital de la aglomeración de máscaras precolombinas, festivos esqueletos y gigantescos "judas" colgados de los techos de los talleres de ambos artistas; por los fuertes colores de los muros externos -el azul añil y el rojo tezontle-, asumidos de la tradición prehispánica y colonial, y la verja de cactus. Síntesis entre modernidad y tradición que anticipó en una década la obra de Barragán.

El clímax teórico y arquitectónico de O'Gorman ocurrió en 1933, año en que expuso sus tesis -junto con Juan Legarreta y Álvaro Aburto- en un acalorado debate en el Colegio de Arquitectos Mexicano y recibió el encargo de construir para la Secretaría de Educación Pública veinte escuelas de nivel medio, entre las que destacó la Escuela Técnica y Vocacional en Tolsá y Tres Guerras. Ideas vinculadas a la experiencia del constructivismo soviético que seguramente eran conocidas por O'Gorman, militante comunista próximo al trotskismo, al relacionarse con el líder ruso a través de Diego y Frida. La Escuela Técnica, casi un manifiesto, representa la "Bauhaus" de América, por su significado simbólico, el tratamiento dinámico de las galerías de circulación y las escaleras, el tanque de agua escultórico y la articulación de los volúmenes de aulas y talleres.

Decepcionado con el cariz de

la política gubernamental -a pesar del nacionalismo de Lázaro Cárdenas- que se encaminaba hacia la construcción del capitalismo "real" en vez del socialismo "real", abandonó en 1938 la práctica profesional y se dedicó a la docencia en la Escuela Superior de Arquitectura e Ingeniería y a la pintura mural y de caballete. En 1944 colaboró en la construcción de un museo imaginado por Rivera -el Anahuacalli, de un tono bastante kitsch- e inició su experiencia en el uso del mosaico de piedra, que lo impulsó a recorrer el país en busca de los diferentes colores requeridos para los murales, diseñados con temas de las culturas prehispánicas. Renunciando a su pasado "racionalista" -que identificó con los intereses del gran capital inmobiliario-, transcribió al presente los valores populares del arte indígena. La oportunidad de materializar en gran escala sus propuestas artísticas ocurrió al asumir en 1947 -junto con Gustavo Saavedra y Juan Martínez de Velasco- el proyecto de la biblioteca del campus de la Universidad Autónoma de México. En el contexto de los edificios International Style del conjunto, introdujo un mural de cuatro mil metros cuadrados, dedicado a la historia y cosmogonía mexicana, con el que tapizó el volumen cerrado de diez pisos del almacén de libros. Paralelamente al estadio y los frontones de pelota -únicas obras del conjunto que impresionaron a Frank Lloyd Wright-, la biblioteca se convirtió en el icono mundial de la arquitectura mexicana. Al mismo tiempo, su casa, tallada en una caverna del Pedregal San Ángel, fue su postrer tributo a las deidades aztecas. Su libre composición planimétrica y los muros recubiertos de motivos mitológicos -transcripción surrealista de Gaudí y de Ferdinand Cheval- sumergierón a O'Gorman, al final de su vida, en la esperanza onírica de un mundo mejor que recuperase las raíces del ancestro perdido.

La Biblioteca Central Universitaria de México, de 1950, obra de Juan O'Gorman.
La Biblioteca Central Universitaria de México, de 1950, obra de Juan O'Gorman.

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