Carencias en el Retiro
Estuve en la pasada Feria del Libro de Madrid y nunca había recorrido tanto el Retiro, así que me he fijado en muchas cosas. Independientemente del mal estado que le achacan los que trabajan siempre allí, seguramente debido al exceso de gente poco cuidadosa que acude al parque, se ve frondoso y bien regado por agua reciclada, como dicen los carteles. Pero hasta bastante adentro no deja de oírse el bramido constante de la circulación. Y hay muchos gorriones y palomas, incluso cojas, que, como hay pocos gatos y los perros no hacen nada, te invaden, descarados, cuando sacas un bocadillo.
También se ve una superioridad enorme del número de castaños de Indias (Hippocastannum). Los hay muy viejos y hay otros muchos pequeños, pero me parece que es peligroso que una especie de árboles domine de ese modo en un jardín, por si hubiera epidemias (aprovecho para recordarles que enfrente de la bocacalle de Montalbán, dentro del Retiro, hay un gran olmo antiguo enfermo de grafiosis. Yo creía que ese parque se había salvado por estar aislado).
En cambio, aunque hay árboles de muchas especies, echo en falta árboles de la tierra. No hay ninguna avenida de álamos altísimos, que se verían sobre los demás árboles de lejos. La entrada desde la Puerta de Alcalá tiene álamos blancos y no han crecido tanto. Faltan también arces y almeces, tilos, ailantos, que necesitan poca agua, y palmeras. Tampoco hay placetas con sol y un círculo de lilas o rosas, fuera de la Rosaleda. Ni mimosas, cerezos u otro tipo de frutales de tan bella floración. Ni hay caminos con una fila de espino albar y tras ellos otra de robles rebollos, que suelen ir juntos en los robledos de Segovia. Y si se prefiere árboles y arbustos no autóctonos debería intentarse una avenida de olmos del Cáucaso (como el ejemplar del Botánico) y no podar por abajo las matas de celinda, que este año floreció más temprano, de modo que siga siendo, detrás de la estatua de Alfonso XII, una zona perfumada a finales de mayo.
La dirección de ese parque (o de los parques de Madrid) debería ver que en Europa los bancos son pintados cada año para que no se deterioren y no siempre de color marrón. También deberían darse cuenta de que el quiosco de música está demasiado cerca de la fuente del ruido, la calle Alcalá, y podría existir otro por la Rosaleda, donde no llega ruido.
Y, finalmente, porque no lo tienen y porque podríamos recordar así su unión intelectual y sentimental y porque su relación parece plena y encantadora, pediría que, en alguna placita del parque, hubiera un monumento conjunto a Emilia Pardo Bazán y a Benito Pérez Galdós, representándoles cuando estaban en su fecunda cuarentena.
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