Pierre Michelot, contrabajo, el ritmo francés de Miles Davis
El contrabajo es un instrumento al que el jazz clásico dio una importancia que ninguna otra forma de música le ha atribuido. Mientras el trompetista, el saxo o el pianista se lanzaban a aventurosas improvisaciones, el contrabajo seguía ahí, marcando el ritmo, repescando los saltos sin red de los solistas para, al fin, también ellos -como el batería-, atreverse a escapar a la estricta obligación de asegurar el compás.
Pierre Michelot falleció el pasado domingo en París. Había sido uno de esos contrabajos que aseguraban el éxito de las giras europeas de Miles Davis, Stan Ges, Thelonious Monk, Lester Davis, Sydney Bechet o Dizzy Gillispie. Es más, uno de los mejores músicos de jazz franceses, Martial Solal, también recurrió a Michelot como garantía para sus saltos mortales.
Puede que el gran momento de Michelot se diera ese día en que acompañó a Miles Davis mientras éste improvisaba ante las imágenes de Ascensor para el cadalso. Estamos en 1958 y Davis se siente a gusto en París, viviendo sus amoríos y tocando con Michelot, Kenny Clarke y René Urtréger. Louis Malle, que no es de la nouvelle vague pero sí participa del espíritu inventivo del momento, acepta para su banda sonora que los músicos inventen viendo el triste deambular de Jeanne Moreau. El resultado es extraordinario e inesperado.
Durante la década de los cincuenta el ritmo de Michelot debió acompañar los debates existencialistas, pues él tocó en las cavas de Saint Germain frecuentadas por los existencialistas, con Sastre a la cabeza.
Luego, en compañía de Jacques Loussier, convirtió a Bach en jazz, una aventura discutible pero que obtuvo un reconocimiento popular enorme, de más de un millón de copias vendidas a principios de los años sesenta.
La década siguiente, la de la libertad sin límites, no fue la de Michelot, que nunca se sintió a gusto con el llamado free jazz. Necesitaba de las limitaciones para luchar contra ellas, tener un marco en el que inscribir un talento que lo desbordase. Eso hizo que su nombre desapareciese de las formaciones conocidas y que él prefiriese refugiarse en el trabajo de estudio, donde siempre fue muy estimada su profesionalidad.
Bertrand Tavernier, un cineasta que cree más en la transpiración que en la inspiración, le pidió que se interpretase a sí mismo en su excelente Round midnight en 1986.
En 1999 publicó su último trabajo, un disco triple titulado Hum, que supuso su afortunado reencuentro con el pianista Urtréger.
A continuación la enfermedad rarificó sus intervenciones. Las notas comenzaron a borrarse de la memoria de Michelot al mismo tiempo que los recuerdos. A los 77 años, víctima del Alzheimer, Michelot había vuelto a ser una partitura en blanco.
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