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Reportaje:TOUR 2005

El 'yanqui' pobre pero feliz

El estadounidense Chris Horner, 'Chiquito', vendió su casa para correr la carrera francesa

En el village reparten ostras. Hace sol y es domingo. La gente de Challans, disfruta del Tour. Sonrien. Son felices como nadie. ¿Cómo nadie? ¡No! Por la puerta del autocar de Saunier Duval asoma un tipo muy blanco con la cabeza rapada. Va vestido de ciclista y coge una bici. Durante un ratito, se pelea con el pulsómetro y tan pronto consigue ponerlo en funcionamiento, su risa lo inunda todo. No, no puede haber nadie más feliz que él. "Es la felicidad en persona" confirma Virginie Geinoz, relaciones públicas del equipo español más pobre de la carrera. "Es un tío con huevos que ama el ciclismo", tercia Matxin, el director del equipo.

Christopher Horner puede que sea un yanqui pobre, comparando su sueldo con el de sus compatriotas en el Tour, pero no hay duda: es el más feliz. Nacido el 23 de octubre de 1971 en la base área de los Estados Unidos en Ukenewe, Japón, a Horner se le conoce en el Saunier Duval como Chiquito. Según Gómez Marchante, tiene explicación: "Se rompió la cadera. Volvió y como le dolía, cojeaba. Caminaba como Chiquito de la Calzada. Nos moríamos de risa. Desde entonces, es Chiqui". Tiene al grupo metido en el bolsillo. "Contagia su buen humor", asegura Cristian Alonso, mecánico del equipo.

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A Horner le importa poco el mote. No le importa nada. Está corriendo el Tour: "¡La felicidad!". Profesional desde 1995, tras competir en carreras de montaña hasta los 18 años -"nunca gané nada"-, Horner, el yanqui pobre pero feliz, es una estrella en su país, donde acumula más de 44 triunfos. "Allí es famoso y necesitábamos sustituir a Scott por otro norteamericano, cuestión de sponsor", explica Matxin. Una llamada a su amigo Imanol Aiestaran, que reanudó su carrera el año pasado y coincidió en el Webcor con el americano, bastó: "Es un fenómeno, me dijo".

Chris, que cuando no corre se pasa las 24 horas del día "escuchando música", bajó el volumen de su equipo para recibir la llamada de Matxin en mayo del 2004. Al saber que podía correr el Tour, sacó la calculadora. La oferta era pobre, y separado y con tres hijos, los números no cuadraban. Así que vendió su casa de California y subastó por Internet todos los trofeos, maillots y bicicletas. Lo vendió todo para correr el Tour. "Ahora no tengo dónde vivir, pero me da igual. Si no renuevo, me iré a vivir a casa de mi madre". Y Chiquito, el yanqui pobre, se ríe feliz.

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