La descomposición del PA
La descomposición interna que está sufriendo el Partido Andalucista va más allá de una simple crisis producto del relevo en su dirección. La llegada a la secretaria general de Julián Álvarez, tras derrotar por un estrecho margen a Antonio Ortega, lejos de apaciguar los ánimos ha provocado un profundo colapso de la organización lo que obliga a sus rectores a partir de cero. La refundación del partido debe ser el principal cometido de un Álvarez que ha visto cómo apenas llegado al cargo, se le rebelan los del sector perdedor del congreso de Torremolinos. Pero a diferencia de otros casos, estos críticos, lejos de organizarse y nuclear una corriente interna que se configure como alternativa seria a la actual dirección, han optado por coger las de Villadiego, se marchan del partido, tal y como ha ocurrido en Algeciras con todo el grupo municipal, liderado por un histórico del andalucismo como es Patricio González. Si como decían, la mitad del PA estaba con ellos no se entiende entonces que decidan romper con años de militancia así como así, a no ser que su proyecto político pase, a partir de ahora, por otras siglas, en este caso, el PSOE o bien pueda ser que todo obedezca a que González sabía que con Álvarez al frente del partido no repetiría como candidato a la alcaldía.
Pero ese gesto de romper la baraja, no sólo se da en Algeciras, agrupación siempre muy levantisca con el orden establecido. En Sevilla, hemos tenido la oportunidad de observar cómo se desmoronaba también el grupo municipal, con la estruendosa dimisión de su portavoz, Paola Vivancos y de Rafael Carmona. Lo hacían, precisamente, en el peor momento, esto es, cuando trataban de acorralar a los socialistas con el asunto de las "facturas falsas".Una peliaguda operación política de la que luego ellos mismos han salido salpicados. Nos les importó dar la imagen de que se marchaban antes de que se vieran obligados a ello ante la posibilidad, que más tarde se confirmó, al menos en el caso de Carmona, de que se vieran imputados en denuncias similares a las realizadas por ellos mismos, y pusieron el partido en Sevilla patas arriba. Claro que esta deserción se producía después de que ambos ediles fracasaran en su intento de hacerse con el control del PA en la ciudad. Perdieron el congreso, algo que nunca aceptaron bien. Así que, a la calle. Dejaban sus responsabilidades municipales en medio de duras acusaciones de connivencia con el PSOE dirigidas contra la dirección de su partido. Y, además, eran conscientes de que con su marcha infringían un grave daño a su partido dilapidando el poco o mucho capital que hubieran podido acumular por ser ellos los que destaparon el escándalo referido al distrito Macarena.
Aún así, da la impresión de que la historia no ha acabado todavía. A la espera de un pronunciamiento de Álvarez esta semana, lo cierto es que no hay que descartar nuevos sobresaltos. Todos tendentes a la ruptura cuando no al choque directo. Así, nos queda por contemplar qué va a suceder con el futuro de José Calvo Poyato como portavoz del grupo parlamentario. Está claro que a la vuelta de la vacaciones puede ser desplazado definitivamente, mientras que no se pueden descartar otros episodios de conflictividad en Huelva y el resto de la comunidad. De esta forma, sale a la superficie el precario equilibrio interno existente hasta ahora basado, fundamentalmente, en pequeños reinos de taifas que sobrevivían cómodamente en la medida que se respetaba la inercia en la que estaban sumergidos. Ahora, Álvarez quiere cambiar el escenario. En el fondo, piensa, no se sabe si en un ejercicio de ingenuidad o cinismo, que todo lo que está sucediendo es saludable ya que con ello se desprenden de los elementos no deseados para esta nueva etapa. Dice que, sencillamente, se ha de aceptar que unos perdieron el congreso y otros ganaron. Y que si quieren ser alguien en partido tiene que contar con el apoyo suficiente en el seno de esta formación. En definitiva, pretende demostrar que hay otra forma de hacer política.Ése es su deseo, otra cosa es que le dejen llevarlo a la práctica máxime en un partido que se le deshace en las manos.
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