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La Fura dels Baus recrea a Prometeo en Mérida

La Fura dels Baus y la Orquesta de Extremadura inauguraron ayer por la noche la 51ª edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida con el espectáculo Órgano de luz. Concierto dramatizado sobre el mito de Prometeo. El misterio, la furia, el fuego y las luces marcaron un macroespectáculo con una escenografía fascinante. El festival, que se clausura el 28 de agosto, ofrecerá la ópera Norma, de Vincenzo Bellini, y el drama A Electra le sienta bien el luto, de Eugene O'Neill, entre otras obras.

El grupo catalán volvió a romper las fronteras de los géneros y a transitar a grandes zancadas por las zonas oscuras entre sonidos extremos, explosiones de luz y llamas, gesticulaciones y amagos de amenaza. La cita contó entre sus espectadores con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que tiene previsto presidir el Consejo de Ministros que se celebra hoy viernes en la ciudad extremeña.

Un gran órgano de luz protagonizó el espectáculo con sus rayos dominadores. El castigo al que condenan los dioses al hombre que se atreve a ir más allá pendió como una antena dolorosa en el cielo nocturno de Mérida. Prometeo robó el fuego del cielo a Zeus para animar el hombre de barro que había formado.La venganza de Zeus fue terrible, como cuenta la mitología griega. Prometeo fue encadenado a unas rocas del Cáucaso donde un águila -o un buitre en algunas versiones- le desgarraba las entrañas y devoraba su hígado.

El gran órgano de luz constaba de dos proyectores de vídeo y focos. El fuego y la pirotecnia brillaban en la noche como hogueras de un culto abolido. Una grúa terrestre de 65 metros de altura se alzaba sobre un carro de fuego que rodaba por el teatro. Prometeo estuvo representado por un gigante de 10 metros. Un ave mortífera con un pico humano giratorio en la punta rompía las sombras. Y una red de 42 personas que parecían volar remedaba la maldición del destino.

La música del órgano de luz se compuso de tres piezas interpretadas por la Orquesta de Extremadura bajo la batuta de Jesús Amigo. La Séptima sinfonía de Beethoven abrió el espectáculo. El castigo de los dioses fue custodiado en la segunda parte del espectáculo por la música fúnebre que Witold Lutoslawski dedicó a Béla Bartók. Así se ilustraron los ataques del águila sobre el héroe. La segunda parte se completó con el estreno de la nueva composición de Pedro Alcalde, cuyo título es 8 (infinito). La liberación de Prometeo cerró este concierto sinfónico dramatizado.

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