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Reportaje:

La última previa de Armstrong

Melancólico, el campeón no quiere que los sentimientos "interfieran" en la conquista de su séptimo Tour

Carlos Arribas

Lance Armstrong se cayó de la bicicleta el fin de semana pasado. Perdió el equilibrio cuando intentaba espantar una avispa y dio con la cabeza en el suelo. Partió el casco y poco más, según pudo apreciarse ayer en la última rueda de prensa previa al Tour que el ciclista norteamericano dará en su vida. La sexta y la última. No habrá séptima, aunque haya séptimo Tour, que es lo que todo el mundo cree. Quizás porque no come, Armstrong estaba melancólico. Quizás también porque, como un periodista atento le recordó, todo lo que haga las próximas tres semanas, todos los gestos y rutinas que repita, tantos gestos y rutinas tantas veces repetidos en sus 14 años de carrera, en sus 10 Tours anteriores, será la última vez que lo haga.

"En efecto", dijo Armstrong ahogando un suspiro. "Todo lo veo así. Saldré el sábado al prólogo sabiendo que es mi último prólogo, y luego llegará mi última montaña, mi última victoria... Pero no puedo planteármelo así. Tengo que lograr que mis sentimientos no interfieran en la carrera, tengo que concentrarme en todos los detalles del Tour..."

Es la primera vez que un campeón del Tour ha anunciado su retirada para el momento en que acabe la carrera, pase lo que pase, por lo que Armstrong, el único campeón que ha ganado seis Tours, transmitía al mundo unas sensaciones que antes nadie había experimentado. Suficiente para sentirse nostálgico, aunque también el ataque de melancolía podría ser debido a que por fin sus tres hijos van a estar con él durante el Tour. "Y podrán ver lo que hace su padre en la oficina", dijo, orgulloso también.

O simplemente todo el aire brumoso que rodeó la conferencia de prensa de Armstrong era debido a una cierta esquizofrenia. Armstrong, ayer, en el centro de una inmensa mesa amarilla, era a la vez figura histórica y presente activo, mito del Tour y realidad, un número más en la marea de cifras que rodean a una prueba más que centenaria y ciclista no muy viejo -aún no ha cumplido los 34- al que todos consideran aún invencible. "De todas maneras", añadió el norteamericano, "vengo más tranquilo que el año pasado, cuando el desafío era conseguir el récord de seis victorias. Una vez logrado, ahora tengo derecho a vivir más intensamente cada instante".

Dentro de unos años, cuando otros ciclistas ganen el Tour, los siete, ¿o se quedará en seis? Tours de Armstrong serán un motivo más para organizar decenarios, cincuentenarios o centenarios, al igual que este 2005 se celebra el centenario de la primera montaña del Tour (el Ballon de Alsacia), el 20º aniversario de la última victoria francesa (Bernard Hinault en el 85) o, coincidiendo con el décimo aniversario del quinto Tour de Indurain, se recuerda la muerte hace diez años de Fabio Casartelli, que era compañero de equipo de Armstrong, caído en el descenso del Portet d'Aspet. También en número redondo coincide el aniversario de la última vez que un corredor gana el Tour portando el maillot amarillo desde la primera hasta la última etapa. Ocurrió en 1935, hace 70 años. Lo consiguió el belga Romain Maes. Fue un hecho que posteriormente fueron incapaces de imitar los más grandes del Tour, los ganadores de cinco como Anquetil, Hinault, Indurain y Merckx. Un gesto soberbio que tampoco ha estado al alcance de Armstrong, un desafío que, sin embargo, este año, que comienza con un prólogo muy largo (19 kilómetros) sí que sería posible. El norteamericano no quiso responder al reto, pero visto su silencio, seguramente lo ha sopesado.

Lance Armstrong posa ayer con sus compañeros de equipo.
Lance Armstrong posa ayer con sus compañeros de equipo.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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