Herreros encuentra la paz
Un triple del capitán a falta de seis segundos le da el título al Madrid ante un Tau que ya se veía campeón
Se levantó Alberto Herreros desde la esquina y los hados decidieron que era el momento idóneo para que el deporte saldara una deuda con uno de sus ilustres protagonistas. En el instante justo, quién sabe si en su último partido como jugador de baloncesto, posibilidad ahora mucho más remota. A veces la vida te da sorpresas y esta fue de aúpa. Alberto dejó su Estudiantes y llegó al Madrid hace un montón de años con el único objetivo de llenar sus vitrinas de trofeos. Haciendo casi todo lo que estaba en su mano, ha sido testigo directo de la peor época de la historia del baloncesto madridista y, para mayor desesperación, el único título de Liga atesorado en una década por el Madrid lo vio desde el banquillo por una inoportuna lesión.
TAU CERÁMICA 69 - REAL MADRID 70
Tau: Calderón (-), Macijauskas (24), Hansen (11), Scola (15) y David (8) -cinco inicial-; Prigioni (4), Vidal (5) y Splitter (2).
Real Madrid: Hamilton (20), Sonko (3), Bullock (11), Hervelle (12) y Reyes (2) -cinco inicial-; Fotsis (2), Gelabale (9), Burke (8) y Herreros (3).
Árbitros: Martín Bertrán, Arteaga y Perea. Eliminaron por faltas a Prigioni, por el Tau, y a Bullock y Reyes, por el Real Madrid.
9.323 espectadores en el pabellón Fernando Buesa Arena de Vitoria. Bullock fue nombrado mejor jugador de la final.
4º CUARTO 18-14
3º CUARTO 12-15
2º CUARTO 24-18
1º CUARTO 15-23
Fue en aquella Liga robada al Barça a domicilio, también en un quinto partido. Todos los años los iniciaba Alberto cargado de ilusión por conseguir el sueño que le hizo cambiar de acera y todos los años se iba de vacaciones frustado por los resultados. La selección fue más de una vez su alivio y refugio, pero la espina seguía clavada. En los últimos años, en más de una ocasión parecía cercano el adiós definitivo, pero su profesionalidad, experiencia e intacta ambición convencieron a todos los muchos habitantes del banquillo blanco.
Finalmente, cuando viendo cómo estaba el partido, cómo el público y los jugadores del Tau lo celebraban con demasiada antelación, el destino dio un giro impensado que terminó con el balón en sus manos a falta de seis segundos. Herreros no dudó. Nunca lo ha hecho, como demostró siendo casi un adolescente en aquella final de Copa contra el Barcelona en Zaragoza, donde tuvo en su privilegiada muñeca la posibilidad de darle el título al Estudiantes. Aquella vez falló. Esta vez no. Si había en la cancha alguien que se mereciese ganar una Liga en un último tiro, ese era sin discusión Alberto Herreros.
Mucho tiempo hará falta para que este partido se borre de la memoria de jugadores y espectadores. Su final fue tan inesperado, tan sorprendente, que será difícil de digerir durante un tiempo. Para los que ganaron, que no se lo creían, y para los que lo perdieron, que despertaron cruelmente de una celebración que habían ya puesto en marcha. Algunos motivos tenían para la confianza, pues el Madrid estaba aparentemente muerto. Un tiro libre de Scola con menos de un minuto para el final había dinamitado definitivamente el partido y la Liga (69-61). El Buesa Arena era una fiesta. Cualquier análisis de la situación desembocaba en el mismo resultado. El Madrid llevaba un calamitoso último cuarto, con seis puntos en nueve minutos. Bullock estaba en el banquillo, donde le habían llevado tanto las faltas personales como la desesperación de ver que esta final, donde se ha comportado de manera excepcional, hasta el punto de ser nombrado jugador más valioso, se le escapaba de las manos sin encontrar en esos momentos decisivos ninguna ayuda de sus compañeros, si exceptuamos la de Hamilton. El Tau, en cambio, después de treinta minutos deficientes, había encontrado a Hansen desde la última jugada del tercer cuarto. Atacaba el Madrid para cerrar el cuarto y meter definitivamente el miedo en el cuerpo y las gradas vitorianas (51-56). Bullock perdió el balón, al Tau le dio tiempo a llegar a la zona de ataque y Hansen clavó un triple casi en la bocina.
Sólo fue un anticipo. A éste siguieron dos más y otra canasta, y con el Madrid groggy, Macijauskas se sumó a la fiesta con otra bomba. Vamos, que en cinco minutos, 14-0, el Tau lanzado y con más de media Liga en el bolsillo, que fueron tres cuartos cuando Bullock hizo la quinta.
Quedaba tiempo, pero todos los indicadores blancos estaban en rojo. Pero si a este equipo de Maljkovic se le pueden poner muchos peros, el de bajar los brazos no es uno de ellos. Siguieron y siguieron a pesar de la fiesta. Y por fin Gelabale metió un triple. Y Hamilton, qué partidazo el suyo, encontró canasta. Y el Tau, pensando que lo tenía hecho, cometió errores increíbles. Hasta el último, un saque de fondo que fue directo a la nada. Quedaban 14 segundos. Tiempo suficiente para que Alberto Herreros recibiese el balón en la esquina derecha de su ataque, se levantase con la misma elegancia de siempre, y por fín, con él en la cancha, jugándose el último tiro, lograse la paz de espíritu para el resto de sus días.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.