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Reportaje:

Mandarín para los deberes

Unos 130 jóvenes chinos andaluces se reúnen en Mollina (Málaga) para mejorar su integración y paliar el fracaso escolar

Haiwie Xia Xu nació en Jaén, pasó su infancia en China, y regresó con siete años. Acaba de aprobar selectividad, estudiará Administración de Empresas y es completamente bilingüe. Es el ejemplo brillante de combinar con éxito la educación entre dos culturas tan dispares. Pero cuando los viajes se hacen a destiempo y la emigración interrumpe la adolescencia, surgen las pegas, y los niños no encajan bien afrontar de repente una educación en un idioma con palabras y sin ideogramas.

Unos 130 chicos de los tres colegios de cultura china que hay en Andalucía se reunieron este fin de semana en Mollina (Málaga) para convivir y compartir inquietudes como parte de esta creciente comunidad, que supera los 5.000 miembros en la región. Durante el curso, los chicos hacen gala del reconocido espíritu de sacrificio chino. Acuden todos los sábados y domingos cinco horas al "segundo cole", después de las clases en la escuela española entre semana, para aprender chino mandarín, geografía e historia china. "Se lo pasan pipa y nunca hay problemas de motivación. Sus padres siempre están trabajando y prefieren venir que quedarse en casa jugando con el ordenador", explica Lui Ahe, directora del Colegio de Cultura China de Sevilla.

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Pero no todos son emigrantes. Jaime Sanglas, sevillano de 13 años, se quedó fascinado con los símbolos impresos en una máquina del taller de su padre y se lanzó a estudiarlos. "El chino no es tan difícil como parece, a pesar de que no se conjuguen los verbos", comenta didáctico. "En China el nivel de estudios de los chicos es muy alto. La mochila pesa mucho comparada con la andaluza", ríe Qui Zhou, profesora del colegio malagueño, el más numeroso con 130 alumnos y situado en To

rremolinos. Para motivar a los alumnos, les conceden premios por mejorar la convivencia y demostrar sus conocimientos. "Nuestros niños son nuestros tesoros", afirma Zhou, cuyo colegio no recibe ayuda alguna por parte del gobierno chino. "Aún somos un país en desarrollo", justifica.

Para la mayoría de estos alumnos, entre ellos algunos adoptados por familias andaluzas, no supone un trauma integrarse en la escuela andaluza. Sin embargo, para otro porcentaje que emigran después de cumplir diez años por reagrupamiento familiar, sí. Los profesores afrontan el reto de vencer su fracaso escolar, y por eso acompañaron a los alumnos a Mollina, para estudiar posibles soluciones a un problema que genera un creciente absentismo escolar.

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En el día a día, estos chicos acusan los obvios contrastes entre ambos países. "La propaganda del partido oficial ciega a la población, porque a mí las más de 3.000 personas fusiladas al año me parece fatal". Xia Xu es consciente del atraso de su país en cuanto a derechos civiles, a pesar del espectacular crecimiento económico que sostiene. "Me gustaría estudiar historia moderna, pero de momento seguimos con las dinastías que tuvimos hace siglos", añade.

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