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Reportaje:

Cajas en la sala de máquinas

Las entidades de ahorro participan en 117 empresas industriales cotizadas, tras invertir 21.000 millones en los últimos años

Íñigo de Barrón

En diciembre del año pasado, las cajas de ahorros cerraron el ejercicio con unas plusvalías en la cartera industrial de 11.000 millones de euros. La cifra es significativa si se tiene en cuenta que las 46 entidades de ahorro lograron un beneficio neto de 4.153 millones de euros en 2004, un 103% más que el año anterior. Según Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid, la contribución de las inversiones a la cuenta de resultados, tanto por dividendos como por puesta en equivalencia, "fue de 2.500 millones, el 37% del beneficio bruto". Este dato refleja la dependencia que tiene el sector de estas inversiones.

Las cajas ya han superado a los bancos en participaciones industriales. Sólo en 2004 invirtieron 2.000 millones en compras, con lo que reúnen una cartera valorada en 21.000 millones, según el informe de Responsabilidad Social Corporativa. En los últimos cinco años las cajas han incrementado sus carteras en un 100%. Hoy participan en 2.343 empresas, de las que el 95% no son cotizadas y el 43% tienen un capital social inferior al millón de euros. Están presentes en 117 sociedades del mercado continuo de la Bolsa.

La Caixa es el primer grupo industrial de España y Caja Madrid tiene alrededor del 4,5% de su balance invertido en participaciones industriales
Pedro Solbes ha pedido a estas entidades que no olviden su naturaleza social y el menor control que existe sobre ellas por no estar cotizadas
La incógnita es si van a poder incrementar su peso industrial con las nuevas normas internacionales de contabilidad y con los acuerdos de Basilea II
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Relevo a los bancos

"La estrategia del sector sobre su participación industrial arroja resultados muy satisfactorios", según Juan Ramón Quintás, presidente y director general de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA). Las cajas han tomado el relevo a los bancos en las participaciones industriales. Francisco González, presidente del BBVA, manifestó recientemente que no tenía sentido la presencia de la banca en las empresas "porque no aportan valor a la gestión. Además, los inversores institucionales no ven con buenos ojos la presencia de un banco en empresas de telecomunicaciones o energía porque les afectará su ciclo económico. Si un inversor entra en el capital de una entidad financiera quieren estar sujeto al ritmo de ese sector, no de otros en los que pueden invertir su cartera si lo desean".

El otro gigante financiero, el Santander, ha colocado el cartel de "se vende" en todo el grupo industrial que todavía conserva, entre el que destaca la segunda empresa de cable, Auna, la tercera eléctrica Unión Fenosa y la segunda petrolera Cepsa.

Para Quintás, un ejecutivo respetado por las diferentes tendencias políticas que conviven en las cajas, el éxito de esta estrategia es haber entrado en un momento de bajos tipos de interés. La prueba del acierto, en su opinión, no sólo se refleja en "la alta rentabilidad directa, vía dividendos o plusvalías", sino que existen otros "beneficios colaterales". Entre ellos, Quintás cita en primer lugar "la presencia en los órganos de gestión y control de una empresa les reporta más y mejor información para evaluar el riesgo de crédito de esa empresa y de otras del sector". Es obvio que, además del control financiero, también se ejerce un control político desde los consejos de administración, sobre todo cuando las empresas en las que se toman las participaciones son de servicios y, en algunos casos, están reguladas por la Administración.

El segundo gran beneficio que, a juicio de la CECA, ofrece estas inversiones es que "además del negocio bancario con la propia participada, en algunos casos también se abren posibilidades interesantes de relación financiera con sus proveedores o clientes", como ha ocurrido en numerosas ocasiones en el caso de las antiguas empresas públicas privatizadas. Los bancos, que están abandonado el sector, afirman en privado que con las actuales normas de buen gobierno "no se puede obtener negocio parafinanciero en una empresa por el hecho de ser accionista. Las compañías deben trabajar con sus mejores proveedores, estén dentro o fuera del consejo". Desde las cajas se critica con dureza esta posición porque afirman que "ellos lo han estado haciendo durante décadas y ahora esgrimen las razones del buen gobierno. No es de recibo". Para algunos banqueros, la principal razón de la entrada de las cajas es tener influencia política, "haciendo de correa de trasmisión con los gobiernos autonómicos correspondientes". Quintás, que niega la mayor, apunta que si las cajas no hubieran comprado las participaciones que estaban vendiendo los bancos, "la Bolsa lo hubiera sufrido directamente y quizá, alguna compañía del Ibex 35 hubiera podido registrar una depreciación violenta". Blesa añade que "las cajas han contribuido a dar estabilidad al accionariado".

El crecimiento imparable de las entidades de ahorro ha hecho que ya representen el 50,6% de los créditos concedidos (y siguen ganando cuota de mercado). Con esta fuerza piensan seguir en las empresas. La razón financiera es que con los dividendos de las empresas y las plusvalías de Bolsa, estas entidades han compensado la caída del margen financiero que se ha provocado por el descenso de los tipos de interés.

La última entidad en mover pieza ha sido Caja Madrid. Miguel Blesa, que llegó a la presidencia con el apoyo del PP, ha recibido de su consejo de administración el encargo de invertir 2.000 millones. Al margen de estos fondos, la entidad madrileña ha destinado 760 millones en el 9% de Endesa, su última operación.

Caja Madrid tiene alrededor del 4,5% de su balance invertido en participaciones industriales. La media del sector es del 3,3% del balance, frente al 3,8% que tenían en 2000. Esta caída se ha producido, en parte, por el fuerte incremento del balance por el tirón de las hipotecas, que han crecido a una media anual del 18% en los últimos cinco ejercicios.

Pero sin duda la reina del sector en este capítulo es La Caixa, el primer grupo industrial de España. De hecho, el 7% de su balance, 135.000 millones, está invertido en empresas, más del doble que la media del sector. Al cierre del primer trimestre de 2005, las participaciones estaban valoradas en 16.564 millones.

La entidad catalana mantiene su apuesta industrial, aunque la llegada, hace dos años, de Ricard Fornesa a la presidencia de la entidad ha supuesto la reorganización de la estructura de la cartera. La actual política es la venta de los paquetes accionariales en bancos y empresas considerados no estratégicos, siempre que existan ofertas interesantes.Éste es el caso del brasileño Itaú, valorado en 530 millones, y Deutsche Bank, que se vendió por debajo del coste de oportunidad (que es lo que se hubiera obtenido si la misma inversión se destina a la deuda pública); también se han vendido las participaciones de Banco Popular de Puerto Rico, Société Monégasque de Banque Privée y CaixaBank Suisse. La caja ha dicho públicamente que no considera estratégicas otras empresas como Panrico, Caprabo, Edicions 62 u Occidental Hoteles.

Según Quintás, la situación actual "puede ser la ocasión más oportuna para abrirse en toda su extensión y hondura a las empresas, pero quizás con mayores grados de implicación y responsabilidad". A su juicio, la cuestión "no es que las cajas tengan que convertirse en propietarios, sino avanzar más como financiadores de la actividad empresarial y ampliar, además, su ámbito de actividad a productos y servicios que, si bien hoy ya están en sus carteras, no tienen todavía el peso que debería corresponder a la importancia ya alcanzada por las cajas en el sistema bancario". Quintás está sugiriendo que las cajas desarrollen la banca corporativa y ofrezcan financiación de la deuda, créditos sindicados y fusiones, así como banca internacional y otros servicios ahora cautivos de los bancos.

Desde el Gobierno y el Banco de España se ha advertido de los riesgos que tiene esta trayectoria. Jaime Caruana recordó, esta semana, a las cajas que "estas participaciones pueden ser difíciles de gestionar" en el caso de que se produzcan "problemas en el sector industrial". El supervisor fue más allá y pidió "prudencia, en un sector que tiene ciertas dificultades para captar recursos propios por sus características". El gobernador, al igual que hizo Pedro Solbes, ministro de Economía, en otra ocasión, estaba advirtiendo de que las entidades no deben olvidar su naturaleza social, así como el menor control que existe sobre ellas por no estar cotizadas. Las cajas responden a las críticas diciendo que su nivel de recursos propios es del 11,51%, superior al 8% exigido.

La cuestión clave es si podrán seguir con este planteamiento tras la implantación de las Normas Internacionales de Contabilidad (NIC) y, en 2006, la reglamentación de capital, Basilea II. En cuanto a las NIC, el supervisor ha pedido a bancos y cajas que cambien el criterio actual y que no sumen la parte proporcional de los beneficios de la empresa participada (conocido como puesta en equivalencia) salvo que controlen el 20% o más de la empresa.

El segundo capítulo, Basilea II, también será un freno a esta política porque la normativa castigará este tipo de inversión con un fuerte consumo de capital.

El presidente de Agbar, Ricardo Fornesa.
El presidente de Agbar, Ricardo Fornesa.
El presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa
El presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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