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Reportaje:

El sayo franciscano de Jordi Mollá

El actor interpreta a san Antonio de Padua en una película italiana dirigida por Antonello Belluco

Enric González

San Antonio de Padua (llamado en realidad Fernando y nacido en Lisboa) es, desde un punto de vista técnico, el superclase del santoral: su canonización duró sólo nueve meses, la más rápida de todos los tiempos. Jordi Mollá (Barcelona, 1968) se enfunda cada día el sayo franciscano para interpretarle en la producción italiana Antonio, guerrero de Dios. "Es un papel difícil", dice el actor.

La película se rueda en una ciudad medieval de cartón piedra erigida en los estudios romanos de Cinecittà y se estrenará el año próximo. En el guión no figura ningún milagro; en el rodaje, sin embargo, suceden cosas peculiares. Antonello Belluco, un director publicitario de 48 años, natural de Padua, llevaba mucho tiempo pensando en un filme sobre Antonio. "En el siglo XII, Padua contaba con una universidad muy importante y con los usureros más ávidos del momento; era una ciudad adelantada a su tiempo, y Antonio era un personaje extraordinario: un gran político, un gran luchador contra la injusticia y uno de los hombres más cultos de la época", explica.

A Belluco, que carecía de experiencia en el largometraje, le faltaba un actor "carismático, duro y con un punto de violencia" para encarnar al protagonista, y lo encontró viendo Bad boys II. "Jordi hacía un malvado estupendo y me convencí de que Antonio era él". Mollá aceptó. "Temía que Antonello quisiera hacer algo de tipo espiritual, que a mí no me habría interesado; cuando comprobé que se trataba de interpretar a un hombre práctico e implicado en las cosas de su tiempo, dije que sí, porque se trataba de un papel difícil y de un tipo de personaje que no había hecho nunca".

Convenció, además, a los productores de que no se rodara en inglés, como habían previsto, sino en italiano. El actor barcelonés habla un italiano excelente y se puso en manos de un profesor portugués con el fin de impregnar su dicción de acento lisboeta. Para reflejar la personalidad de Antonio se inspiró "en el Che Guevara, en Mahatma Gandhi y en Karol Wojtila". El resultado, dice, "es un hombre, no un santo, con una personalidad actual".

Belluco permitió que Mollá aportara algunas modificaciones al guión, "una historia sobre el medioevo y la injusticia en la que dejamos de lado los milagros". Y, sin embargo, en un par de meses de rodaje han ocurrido cosas extrañas "que cada uno puede interpretar como quiera", afirma Belluco. El día en que filmaban el entierro de Antonio, por ejemplo, se dibujó en el cielo un portentoso arco iris. Y cuando trabajaban en la escena de los peces (Antonio discute con los cátaros, les dice que los peces del mar entienden las cosas mejor que ellos y los peces asoman las cabecitas como escuchando: ésa es la tradición cristiana), una gran bandada de peces voladores se acercó a la playa. Quizá lo más raro fue lo de Tuscane, un cuervo enfermo adoptado por la troupe. Tuscane era incapaz de comer y le daban ya por muerto, pero el Día de San Antonio, 13 de junio, el pájaro revivió y comió.

Mollá dice creer en Dios "como estado de la conciencia del hombre" y admite que la religión "es algo mucho más importante de lo que a veces se piensa". "Basta pensar en el fallecimiento de Juan Pablo II, que fue un fenómeno televisivo gigantesco; desde luego, el Vaticano está muy por encima de MTV". Añade que la película "está llena de energía".

Antonio, guerrero de Dios (el título original era El Santo, descartado para que no fuera confundido con Simon Templar) cuenta con una subvención de cuatro millones de euros sobre un coste total cercano a los 12.

Jordi Mollá, como san Antonio de Padua, en el rodaje de <i>Antonio, guerrero de Dios</i>, de Antonello Belluco.
Jordi Mollá, como san Antonio de Padua, en el rodaje de Antonio, guerrero de Dios, de Antonello Belluco.
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