La ley del oficio
A Argentina le basta con controlar los tiempos del partido para eliminar a una blanda España
Argentina aplicó la ley del oficio, que lo tiene de sobra. Salió fuerte. Se desinfló, dosificandose, quizá, y emergió en el último cuarto de hora a lo grande. Marcó dos goles al contragolpe y echó la llave al partido, que rodó por la pendiente hasta el pitido final. Suficiente para tirar a España por la escalera de incendios del campeonato.
"¡Labura, labura!", gritaba, ordenaba, se descoyuntaba aullando desde el banquillo el seleccionador argentino, Francisco Ferraro. Y sus jugadores, obedientes, "laburaban", presionando a cada futbolista español que se le ocurriera retener más de medio segundo la pelota. Por eso, por ese agobio constante, España jugaba muy rápido. Deprisa, pero mal. Precipitada, que no veloz. Argentina recuperaba la pelota enseguida. Sin más esfuerzo del debido. Hasta la media hora, el grupo de Iñaki Sáez no tuvo ninguna ocasión, salvo que cuente en ese apartado un disparo lejano de Molinero. Argentina, además del gol de Zabaleta, gozó de otras tres relativamente claras, incluido un tanto anulado.
ARGENTINA 3 - ESPAÑA 1
Argentina: Ustari; Barroso, Cabral, Paletta (Garay, m. 90), Formica; Zabaleta, Torres, Archubi (Gago, m. 62), Cardozo; Messi y Vitti (Oberman, m. 46).
España: Biel Rivas; Molinero, Alexis, Robusté, José Enrique; Zapater (Víctor, m. 82), Markel; Juanfran (Gavilán, m. 74), Cesc, Silva; y Llorente (Jona, m. 74).
Goles: 1-0. M. 18. Falta botada desde la derecha que Zabaleta remata de primeras desde el pico del área pequeña.
1-1. M. 32. Llorente deja atrás para que Zapater fusile desde el punto de penalti al guardameta Ustari.
2-1. M. 70. Oberman pica ante la salida de Biel Rivas.
3-1. M. 72. Messi resuelve en el área pequeña.
Árbitro: Benito Archundia (México). Amonestó a Torres, Jona, Víctor y Alexis.
Unos 15.000 espectadores en el Enschede Stadium. Argentina pasa a las semifinales del Mundial sub 20 y se enfrentará a Brasil.
Después llegó el gol de Zapater. Tocaba poner el contador a cero. Los argentinos, cansados, agotados, descentrados, desmotivados por el zapatazo del jugador del Zaragoza, no bien instruidos por las advertencias de Ferraro, o vaya usted a saber por qué, dejaron de "laburar" con la misma intensidad.
Antes de renunciar al arma del empuje, España ya había desactivado en el equipo suramericano a otro de sus elementos más peligrosos: Messi. O su visión de juego, por mejor decir. Muy físico, el juego argentino se basó, principalmente, en el apartado aéreo. Messi apenas llega al 1,70 de estatura. Tanto descendió la fortaleza física del equipo argentino que, al pitar el árbitro el descanso, el preparador físico del equipo reunió a los jugadores en el círculo central, retrasando su entrada en el vestuario. No se sabe si para regañarles por sólo haber aguantado media hora a un ritmo frenético, o para explicarles algún ejercicio nuevo.
Durante el apagón español sólo se mostró un poco el rojiblanco Molinero -lateral derecho, era el hombre escogido por Ferraro para librarse de la presión despiadada-, también, aunque no muy afortunado, el insistente Juanfran. Después fueron despertando todos poco a poco. Sobre todo Zapater, Llorente y Silva. Cesc, del que se esperaba que apereciera para gobernar el juego, seguía dormitando y nunca terminó de desperezarse del todo.
Argentina intentó repetir la jugada al inicio del segundo periodo. Pero ya no era lo mismo. Ni España jugaba ya al trote ni el conjunto de Ferraro conservaba su capacidad pulmonar. Conclusión: había espacios. Consecuencia: el juego era más divertido.
Juanfran había cambiado de banda y jugaba de extremo zurdo. Aunque rara, por poco natural, fue buena decisión de Iñaki Sáez. Barroso resultó más permeable a la querencia del madridista por el uno contra uno que Formica. Llorente tenía más posibilidades de recibir y de aguantar la pelota para jugar de espaldas. Cesc, en fin, podía pensar.
Todo era mucho mejor para la selección española. Oberman había sustituido a Vitti y se había situado de exterior por la derecha. Messi, de delantero centro. Pero Argentina ya apenas tenía la pelota. Sólo lo conseguía en largos contraataques armados por Zabaleta, incrustado en el medio tras la salida de Oberman, o Gago, el clon de Guardiola.
En uno de esos contraataques, Oberman recibió un balón largo en tierra de nadie, Biel Rivas salió tarde y el delantero picó el balón desde el vértice derecho del área. Fue gol. Y entonces se acabó el partido. Sólo dos minutos más tarde, en plena conmoción española, Messi apareció para apuntillar. El centro del campo español estaba roto. De lado a lado. Y la defensa, con la brújula imantada. Y es que Argentina, digan lo que digan los técnicos de la delegación española, sigue teniendo más oficio que España.
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