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Reportaje:

Diamantes y culos de vaso en Basilea

Comparado con su extraordinario emporio, la profesión de fe artística de François Pinault, el nuevo inquilino del Palazzo Grassi, parece no tanto fatigosa como forzada. Porque siguiendo la mácula banal que se extendía estos días por la laguna veneciana, ha querido dibujar el perfil del nuevo coleccionista capaz de imponer con perfección normativa el camino a seguir por curadores y críticos de arte. Si el León de Oro al mejor escultor había recaído este año en el alemán Thomas Schütte (Oldenburg, 1954), el magnate de la moda no debía dejar escapar la oportunidad de hacerse con una de sus recientes creaciones, la titulada 3 personnages, una horrenda escultura que representa a tres homúnculos filiformes envueltos en unas mantas militares, como salidos de una trinchera apocalíptica, amenazantes, con la mirada vaciada por el horror. En la última edición de ArtBasel, Pinault pagó a la galería Nelson de París 410.000 euros. No parece una cifra desorbitada, si se compara con los 494.000 euros que un despistado businessman desembolsó a la Sprüth/Magers de Colonia por un Gilbert & George -eso sí, de 1975-, artistas también presentes en Venecia.

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Toda esa soberbia del capital ha servido de molde para que Jeff Koons creara la piedra filosofal del arte: el diamante gigante que la neoyorquina Gagosian vendió a tres incautos coleccionistas por el escandaloso precio de 2,6 millones de euros (edición de cuatro). El diamante rebolludo de Koons, engastado en dos arcos dorados, bien podría representar el culo de vaso de ArtBasel, pero, en realidad, la miopía del coleccionista que acude a la madrina de todas las ferias nunca llega a tanto.

Los ejemplos de Schütte, G & G y Koons no son más que las más afiladas ironías de un mercado que circula como el río, un acontecimiento que ha rescatado y reconfortado a algunos náufragos de la Bienal de Venecia, críticos algunos, comisarios y coleccionistas, que llegan a esta ciudad del Rhin como a un balneario donde descansar de tanta fanfarria y diletantismo. Basilea es ese lugar del crimen al que acuden avisados coleccionistas de todo el mundo un día antes de la muerte del arte. Llegan con la lista de la compra hecha y no regatean. La alegría entre stands es infinita. Y así fue desde el día de inauguración hasta que el pasado día 19 los compradores abandonaron sus hoteles de lujo y partieron en sus jets privados al mundo gris de sus despachos.

ArtBasel es sinónimo de corrección y solidez, tanto que el resto de las ferias europeas -hablamos de las de Francfort, Colonia, París, Londres, Madrid, y aun las norteamericanas, Chicago y Nueva York- se encaraman en vano sobre sus zancos para estar a la altura. Todo ese caudal masoquista es visible hoy en Basilea. Sabedores de la importancia de tener un sitio en una feria de prestigio incontestable, galeristas y creadores se plantean encontrar un lugar al amparo de ella. Cierto que 275 stands es una cifra mastodóntica para una feria que busca por encima de todo la calidad, no sólo de los artistas que presenta, unos 1.500, sino también del público visitante. El año pasado acudieron 55.000 personas. Este año se han sumado 10.000 más. Un síntoma de la trascendencia y vitalidad de este mercado es que, paralelamente, están surgiendo otras ferias en pequeña escala que respiran al latido de la mayor. Hace diez años nació Liste, en la misma Basilea, que en esta última edición ha agrupado a una cincuentena de galerías jóvenes, con propuestas que tienen más que ver con una exhibición adolescente de prácticas pretecnológicas... si es que nos hemos tomado en serio esto del arte.

La que sí parece que podrá

suplantarla en un futuro es Voltashow, dedicada a la creación cutting-edge. Como en su día hicieron Reischaw en Colonia o Zoo en Londres, Volta ha nacido este año amamantada por tres lobas: las galerías Wohnmaschine de Berlín, la Voges + Diesen de Francfort y la Kavi Gupta de Chicago, a las que se han sumado otras veinte de Estados Unidos, Europa, México, Canadá y Japón. Situada en el Voltahalle, un pabellón de 25.000 metros cuadrados escondido en la zona noroeste de la ciudad, a orillas del Rhin, esta feria no es que haya dado muchas alegrías, pero sí tiene ya en su ADN algunos de los genes defectuosos de estos eventos, como la venta de una diminuta pintura de Francis Alÿs, de 1992, por... ¡50.000 euros!, en la mexicana Enrique Guerrero. Los Espacio Mínimo, únicos españoles en Volta, defendieron los trabajos de Liliana Porter, Erwin Olaf, Miguel Ángel Gaüeca y Enrique Marty.

Y si en Venecia comenzamos, es bueno que anotemos algunos buenos síntomas que desde su bienal han transmigrado a este tipo de eventos, como el espacio titulado Art Unlimited, un inmenso hall que ArtBasel dedica desde 2000 a trabajos inclinados a la exhibición en galerías y museos, y que este año ha acogido 72 proyectos de artistas, la mayoría instalaciones, performances, vídeos y pinturas monumentales. En un inmenso hall se presentaron trabajos más hiperbólicos que intensos, como el Bar rectum del Atelier Van Lieshout, un bareto en forma de estómago gigante, o la gran montaña de inmundicia moral creada por la artista Lee Bul (Kukie Gallery), con muñecos de trapo que vomitan hasta las tripas, y que recuerda una de las maravillosas cajas de luz (Dead Tropos Talk, 1992) que de Jeff Wall hemos visto estos días en la exquisita Schaulager. La Baraque de Chantier de Olaf Nicolai (Eigen-Art Leipzig/Berlín), una réplica de la cabaña de madera que Le Corbusier creó en 1954 como estudio en Suráfrica; la tienda de los derviches, DJ's y break-dancers de Kader Attia (Kamel Mennour de París); la patera de corcho, encerrada en una botella, de Federico Guzmán (Pepe Cobo); el vídeo de Catherine Yass, donde propone un viaje claustrofóbico por el muro de Israel (Alisson Jacques, Londres); el monumento funerario superflat de Mariko Mori (Perrotin Gallery), titulado Transcircle, o el suspense de Johan Grimonprez en un vídeo con protagonistas émulos de Hitchcock (Hécey Gallery).

'Now let's play to disappear (II)', del cubano Carlos Garaicoa, exhibida en el espacio de 'Art Unlimited' en ArtBasel.
'Now let's play to disappear (II)', del cubano Carlos Garaicoa, exhibida en el espacio de 'Art Unlimited' en ArtBasel.

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