El antecedente de la Liga de 22
Los avatares del Celta bien podrían entrar en la categoría del esperpento. Primero fue, hace diez años, la crisis de los avales, que suponía el descenso automático del Sevilla y los vigueses a Segunda B por no presentar a tiempo los avales correspondientes a la Liga de Fútbol Profesional. Al final, tras dos semanas caóticas que movilizaron a las aficiones de las dos ciudades, la LFP rectificó y aceptó en Primera a gallegos y andaluces. La Liga española pasaba de 20 a 22 clubes y se convertía, durante dos años, en la más poblada de Europa. Escarmentado, y para evitar futuros casos, el Consejo de Ministros aprobó una modificación del Real Decreto de Sociedades Anónimas Deportivas.
Tanta incertidumbre se trasladó a la televisión. Alrededor de dos millones de personas permanecieron enganchadas a la pantalla el día que la LFP hacía oficial su dictamen. En la sede de la Liga, en Madrid, custodiada por efectivos de la Policía Nacional, resonaron durante las deliberaciones las proclamas de alrededor de 4.000 aficionados desplazados desde la ría de Vigo.
Nueve días después del comienzo de la llamada guerra del fútbol, el Consejo Superior de Deportes dictó su plan de paz: los ascendidos Albacete y el Valladolid serían equipos de Primera y con andaluces y gallegos se haría la vista gorda. Viendo que los 38 presidentes de Primera y Segunda votaban a favor del armisticio, con Antonio Baró, el presidente de la institución, a la cabeza, la Federación española asumió la ampliación "como una salida forzada". El Sevilla y el Celta regresaban a Primera División, una categoría de la que a lo largo de 15 interminables días estuvieron ausentes.
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