Microcosmos femenino
Los cinco primeros minutos del primer capítulo de Mujeres desesperadas (TVE-1) son un ejemplo de despliegue pirotécnico de tramas narrativas. Una voz en off dirige los pasos de una mujer aparentemente serena y equilibrada que, a los pocos segundos, acaba pegándose un tiro y contándonos algunas de las miserias de sus cuatro mejores amigas. A primera vista, el suicidio no tiene ninguna explicación y el funeral permite a las amigas especular y compartir sospechas. Este arranque dramático en tono de comedia negra se subdivide rápidamente en afluentes argumentales que van y vuelven del río principal de la trama, aportando y dejando pistas e indicios que estimulan la imaginación del espectador y la evolución de algunos prometedores misterios.
Es una serie de mujeres y eso basta para que algunos la comparen con Sexo en Nueva York, aunque tienen poco que ver. Aquí son más importantes las relaciones personales y familiares y las intrigas que las vicisitudes de entrepierna y las frivolidades de unas treintañeras urbanitas en crisis. Los estereotipos femeninos incluyen a la madre esclavizada por los hijos e insatisfecha con la ausencia de su marido, la divorciada que desea seducir a un atractivo vecino que esconde varios secretos, la crispada perfeccionista que se niega a asumir la imperfección de un matrimonio basado en las apariencias y la fogosa esposa de un latino celoso que dedica el tiempo libre a algunos hobbies-tapadera y a perseguir a su jardinero-semental. Como ocurre en casi todas las series costumbristas actuales, la insatisfacción es el punto de partida, ya que permite retratar dos niveles de realidad: la hipocresía aparente y la verdad oculta. Si se suman, se obtiene una infelicidad casi perfecta. La contundencia de la voz en off, despiadada en su adjetivación y bastante amoral a la hora de retratar la crueldad de las relaciones entre mujeres, permite crear varias interpretaciones de la misma historia. La primera daría para una serie convencional. La segunda se enriquece con el relato de la suicida, que cuenta lo que no enseña el primer nivel. La tercera la construye el espectador, descifrando entre los problemas y los estilos de vida las claves de los enigmas. Son, en general, problemas de un sector privilegiado de la sociedad, con casas muy caras y demasiado tiempo para pensar. El estilo narrativo se adapta brillantemente a la pluralidad de tramas y los travellings se entrecruzan cambiando de objetivos y tejiendo una red cada vez más rica de posibles conflictos, defendidos por un grupo de espléndidas actrices. El dinamismo, en este caso, no es técnico sino argumental. En lugar de mover constantemente la cámara, se agita el argumento. Resultado: una prometedora efervescencia que, después de probar los dos primeros capítulos, te hace desear ver los siguientes.
[El primer episodio de Mujeres desesperadas, que TVE-1 emitió el martes, contó con una audiencia de 3.435.000 espectadores, con una cuota de pantalla del 20,8%].
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