Juntos, revueltos y en paz
Las aficiones de ambos equipos vivieron un día de fiesta en Madrid y hasta decenas de hinchas verdiblancos se pasaron por la 'carpa rojilla'
Juntos y revueltos. Y en paz. La final de Copa fue una fiesta para dos aficiones hambrientas de gloria, que paladearon cada minuto de una situación que el Betis había vivido en tres ocasiones anteriores con un único triunfo -28 años atrás- y Osasuna, nunca.
Juntos y revueltos. Y en paz. La final de Copa fue una fiesta para dos aficiones hambrientas de gloria, que paladearon cada minuto de una situación que el Betis había vivido en tres ocasiones anteriores con un único triunfo -28 años atrás- y Osasuna, nunca.
Hubo abrazos, jarras de cerveza y tapas. Y para colmo, un enemigo común: el Sevilla
Las calles de Madrid y los aledaños del estadio Vicente Calderón fueron testigos de una turba feliz, vestida de verdiblanco o de rojo intenso. Abrazos, innumerables jarras de cerveza y tapas. Y para colmo, un enemigo común: el Sevilla. Eterno y obvio archienemigo para los béticos y, tras los broncos enfrentamientos de las dos últimas temporadas, reciente para los osasunistas, los aficionados de uno y otro equipo encontraron una válvula de escape a la tension competitiva en las puyas dirigidas hacia el equipo de Nervión.
Los alrededores de la carpa instalada por el club osasunista para reunir a sus aficionados en las horas previas a la final se convirtieron en un auténtico hervidero de hinchas rojillos. Pero también de béticos, que decidieron pasarse por la fiesta organizada por los navarros y confraternizar con los hinchas del equipo ante el que se jugaban un gran trozo de su historia como club de fútbol. Ni una disputa, ni un mal gesto. Todo bromas.
"Por mí tendría que haber hoy en esta carpa 3.000 aficionados del Betis porque esto es lo más bonito de llegar a una final. Bueno, esto y ganarla", explicaba Andrés Salaberri, seguidor navarro. "Nos han tratado muy bien y prometemos volver, no sé si a la carpa, pero a Pamplona, seguro", respondía Lidia López, hincha bética.
Pero el protagonismo de la carpa y el foco de atención de muchos era para su organizador, Celino Gracia Redondo, el ex árbitro aragonés metido ahora a otros menesteres empresariales. Muchos le recordaban que él fue el árbitro del Tenerife-Real Madrid de hace 12 años en el que, no sin polémica, se les escapó una Liga a los blancos con destino a Barcelona.
La iniciativa de cobijarse en una carpa, surgida desde Osasuna y que contó con el apoyo de los ayuntamientos pamplonés y madrileño ha costado 90.000 euros y ha logrado su objetivo: evitar incidentes y aglomerar a todas las personas venidas desde Navarra sin dar oportunidad de que los grupos ultras que habían amenazado a los rojillos cumpliesen sus fines.
Ninguna mala sombra pendía sobre los béticos, que extendieron su algarabía y sus coloridas vestimentas desde la Feria del Libro a la Puerta del Sol y, sobre todo, en las calles que desembocan en el Vicente Calderón. Jóvenes con ganas de revender su entrada y así hacer su particular agosto, ofrecían sus preciosos tickets por 600 euros al que pasara por delante de ellos.
Al otro lado del Manzanares, la Carpa rojilla cumplía con sus misión de concentrar a los osasunistas. Desde las 11 de la mañana, con la llegada de los más madrugadores y hasta minutos antes del choque, la Pradera de San Isidro fue un continuo desembarco de hinchas de Osasuna. Eso sí, bajo la atenta mirada de un nutrido grupo de policías. El buen rollo entre las aficiones se trasladó al césped y los dos conjuntos finalistas saltaron ayer al Vicente Calderón unidos por una bandera de apoyo a la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos de 2012. Luego, empezó el fútbol, arrancó la búsqueda de la gloria y se acabaron los amigos. Pero tampoco mucho.
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