El poder del cristal
Regina Silveira parecía de antemano la elección ideal para intervenir en el Palacio de Cristal de Madrid. Esta veterana artista brasileña, aparte de tener una importante experiencia en la realización de obras en espacios públicos, también la tiene en la utilización de proyecciones luminosas y en la producción de efectos ópticos, tal y como lo documentan piezas como Mil días y una noche y Super Héroe o series como Anamorfósis y Simulacros. Cabía entonces esperar que ella resolviera satisfactoriamente el quebradero de cabeza que ha representado siempre el Palacio de Cristal para todos los que han intentado exponer en él, empezando por los pintores que lo hicieron a principios del siglo pasado en el marco de los salones nacionales de arte organizados por el Círculo de Bellas Artes y que hartos de fracasar en él pidieron y obtuvieron que les concedieran el vecino Palacio de Velázquez para exponer sus obras. Y la verdad es que Regina Silveira casi lo consigue. Su intervención parte de una toma en consideración muy respetuosa de las singulares características de un edificio cuyo modelo declarado es el palacio homónimo construido por Joseph Paxton en el Hyde Park para la Exposición Universal de Londres de 1851, auténtico hito fundacional de la sociedad panóptica en la que ahora todos estamos expuestos. Y el resultado es Lumen, una obra cuyos objetivos y argumentos son justamente el cristal y la luz y la espléndida relación que establece entre ambos la arquitectura del palacio.
REGINA SILVEIRA
'Lumen'
Palacio de Cristal. Madrid
Hasta el 5 de junio
De hecho, Lumen tiene cuatro partes: la primera es la impresión en las bóvedas laterales y en la cúpula de imágenes fotográficas fragmentadas de las mismas cristaleras sobre las que dichas imágenes están impresas. La segunda son esas mismas imágenes impresas en el suelo de mármol del eje longitudinal del palacio. La tercera es el negativo en escorzo de la palabra Luz en el techo del ábside. Y la cuarta, una gran mancha negra pintada en el interior del portal del palacio, que figura la sombra de la gran bombilla de resina sintética colocada efectivamente en la parte superior de la misma.
El juego de espejos y duplicaciones del eje longitudinal invoca la fragilidad que el cristal oculta en su diáfana transparencia y al mismo tiempo evoca la ruina de los sueños de progreso de los que tanto el palacio como su modelo británico fueron en su día realizaciones ejemplares. En cambio, la oposición establecida en el eje transversal entre la palabra Luz, la sombra y la bombilla resulta más hermética. ¿La artista quiso establecer una oposición entre la luz natural y la luz artificial, entre el palacio de día y el palacio de noche iluminado por bombillas? Si así fuera, la verdad es que sería decepcionante. Poco argumento para actuar en un palacio tan deslumbrante.
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