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Reportaje:FÚTBOL | Internacional

Viaje a la victoria imposible

De la ansiedad al desánimo y a la euforia: la final de la 'Champions' vivida por una socióloga del fútbol e hincha del Liverpool

Liz Crolley da clases de sociología del fútbol en la Universidad de Liverpool, pero más parece una hincha profesional del Liverpool: en los últimos años sólo se ha perdido un viaje del equipo, la final de la Copa de la UEFA de 2001 ante el Alavés. Y es que iba a dar a luz. Hace dos semanas comentaba a este diario los vaivenes de su club desde hace un par de decenios y sus esperanzas de renacer con Rafa Benítez y su pequeña armada española. Ahora, a la vuelta de Estambul, relata la ansiedad con la que vivió los momentos previos a la final de la Champions, el desánimo que embargó a los suyos "en la horrible primera parte" ante el Milan y la euforia por el imposible triunfo.

Su viaje empezó a las cinco de la mañana del miércoles 25, el mismo día de la final, en el aeropuerto John Lennon. Vuelo estupendo, recepción amistosa en el control de pasaportes turco, ambiente de gran camaradería y fiesta en la plaza de Taksim, ya en Estambul, tomada por el ejército rojo de seguidores del Liverpool. "Los problemas empezaron al ir al estadio. Nos dijeron que se tardaba casi cuatro horas en llegar y que empezáramos a marchar hacia él a las cinco de la tarde porque el partido empezaba a las diez menos cuarto de la noche", explica aún con el brillo de la euforia en los ojos mientras se toma un capuchino en la moderna cafetería de la catedral católica de Liverpool.

"No pretendemos ser los mejores. Pero con la doble parada de Dudek a Shevchenko vimos que nuestro destino era ganar"
"[En el descanso] había críticas a Benítez, pero no le culpábamos. Todos cometemos errores. Sus cambios fueron decisivos"

"Éramos un grupo de ocho amigos. Los de siempre. No nos creímos que el estadio estuviera tan lejos, pero era verdad. Tardamos hora y media en salir de Estambul y dos en llegar. Estaba en medio de la nada. Como un viaje al tercer mundo. La gente, majísima, había salido a la calle para saludar a los hinchas. Llevaban banderas turcas y parecían muy orgullosos de que se jugara allí la final".

"Pero la carretera estaba colapsada. El viaje no acababa nunca. Cuando el estadio se veía ya a los lejos, la gente empezó a abandonar los autobuses y a echarse a andar. Era un gran espectáculo. Un camino de hormigas rojas serpenteando hacia el estadio en medio de aquel desierto. ¿Por qué se ha de jugar la final en Estambul y no en Sevilla o Barcelona? Fue más que una aventura. La organización en el estadio era muy mala. Había tensión. La muchedumbre se agolpaba en las entradas y empezaron a aflorar los nervios porque muchos pensábamos en Hillsborough. La gente de Liverpool tiene pánico desde entonces a las muchedumbres". En ese estadio, en Sheffield, murieron 96 seguidores del Liverpool el 15 de abril de 1989 al aglomerarse en una sola de las tres graderías a las que tenían acceso debido a las prisas para entrar al estadio en una semifinal de la Copa de Inglaterra contra el Nottingham.

Al llegar a su asiento, Liz vivió una decepción: "El césped quedaba muy lejos del público y las gradas no estaban cubiertas, no había techo. Era muy desmoralizador porque nuestros cánticos se los llevaba el viento. Las gradas en Inglaterra están cubiertas, y nuestros cánticos suenan con gran potencia. Eso no era un problema para el Milan porque sus tifosi tienen otro estilo. Tienen una coreografía diferente

[formando figuras con los cartones de colores que se entregan a los espectadores]. No es algo espontáneo. Está preparado de antemano. Lo nuestro es distinto, lleno de banderas individuales. Y, sobre todo, somos más vocales. Nosotros cantamos. Además, estaba preocupada porque la gente había bebido mucho y estaba muy cansada. Luego, vino ese estúpido espectáculo antes de que empezara el partido. Lo que queríamos era cantar nuestras canciones. Pero todo está pensado para la televisión, no para la gente que va al campo".

"Me quedé preocupada, pero sobre todo decepcionada al ver que Kewell estaba en el equipo. Y entonces pasó todo aquello. El gol del Milan nada más empezar. Fue horrible. Nadie puede imaginar lo horrible que fue aquella primera parte. Nunca había vivido 45 minutos de fútbol tan trágicos como aquéllos. Muchos lloraban. También yo. Lo único que podíamos hacer era rezar. Rezar y esperar que fuera un partido de dos partes. Hamann tenía que estar jugando. Había críticas a Rafa, pero no le culpábamos. Había cometido un error. Todos cometemos algún error. Pero fue él quien consiguió que el equipo jugara bien en la segunda parte. Él fue quien hizo los cambios y resultaron decisivos".

"Cuando volvieron al campo en la segunda parte, estábamos cantando Tú nunca caminarás solo. Fue un momento muy emocionante. Estábamos rotos. Y también cantamos "Ra-fa Be-ní-tez" para demostrar que estábamos con él. Yo no creía que pudiéramos remontar el marcador. Pero mucha gente gritaba: 'Creed, creed'. Y todo cambió. Con el 3-1 mucha gente empezó a creer. Pero todo fue tan rápido que apenas tuvimos tiempo de pensar. Al ver que Xabi Alonso fallaba el penalti, se nos encogió el corazón un instante, pero reaccionó muy rápido para alcanzar el rebote y corregir el fallo. No tuvimos tiempo de lamentarnos del error inicial".

"Con la doble parada de Dudek a Shevchenko me pasó algo parecido. Entonces, no sentí que fuera un momento inevitable. Estaba muy lejos y quizás no me dí perfecta cuenta de la magnitud del peligro. En cambio, ese sentimiento de inevitabilidad lo había vivido antes de que nos metieran el segundo gol. Estábamos reclamando unas manos y el Milan salió al contraataque: en cuanto la pelota pasó el medio campo, vi que nos iban a marcar. Y así fue".

"El fallo de Shevchenko es como el de Gudjohnsen con el Chelsea en Anfield, en el último minuto de la semifinal. Desde entonces lo llamamos el momento Gudjohnsen. Vimos que nuestro destino era ganar. Porque habíamos eliminado a grandes equipos y podíamos ganar al Milan. Nunca había vivido unos penaltis con tanta tranquilidad. Quizá, porque estábamos lejos. Quizá, porque los milanistas fallaron los dos primeros. Antes vi a Carragher haciéndole gestos a Dudek y pensé: 'Espero que no le esté poniendo nervioso".

"No pretendemos ser los mejores de Europa. Sabemos que no lo somos, que no tenemos el mejor equipo, que el Milan es mucho mejor. La verdad es que nunca sentí pena por el Milan. Sólo un poquito, pero por sus seguidores. Si hubiera sido un equipo como el Alavés, pequeño, quizás sí, pero no por el Milan. Pero aún estoy como en una nube. No puedo visualizar el partido. Lo tengo que ver por televisión. Pellízcame y dime que todo esto no es mentira".

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