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Reportaje:MÚSICA

Para que Pina Bausch no muera

Nadie duda hoy de que Pina Bausch es una de las grandes figuras de la creación contemporánea durante el último cuarto del siglo XX. Desde que, en 1973, Arno Wüstenhöfer la pusiera al frente de la responsabilidad coreográfica de los espectáculos producidos por la Ópera de Wuppertal, Pina Bausch ha ideado decenas de espectáculos, primero ciñéndose a la responsabilidad estricta de pensar y dirigir el cuerpo de baile, luego, desde 1977, inventando el "teatro danzado", una invención que ya existía pero a la que Pina Bausch ha dado un nuevo contenido a partir de su hallazgo de nuevas formas. "Cuando se crea una obra nueva hay que partir de la vida contemporánea y no de formas ya existentes", ha sentenciado la artista.

La Ópera de París rescató del olvido, de un olvido relativo, la segunda creación de Pina Bausch para Wuppertal, una coreografía realizada en 1975 para la ópera de Gluck Orfeo y Eurídice. Fue su segundo trabajo para el teatro de la ciudad citada. El primero, sobre la Ifigenia en Tauride, también de Gluck. En los dos casos el acento se pone en el carácter de víctimas de dos heroínas femeninas, tan o más infortunadas que la mujer anónima de Café Müller, el espectáculo que, en 1978, hizo que el nombre de Pina Bausch adquiriera una celebridad que trascendió más allá de la cuenca industrial germana.

El encargo de resucitar -difícil encontrar mejor verbo para hablar de la historia de la infortunada Eurídice- el espectáculo de 1975, que había sido mal recibido, fue formulado por la Ópera de París en 1992 y se materializó el año siguiente, en la sala Garnier. Desde entonces el montaje que firma Pina Bausch ha sido repuesto en varias oportunidades pero es ahora que pasa a ser incorporado dentro del repertorio histórico de la ópera de la capital francesa, que mantiene vivo un patrimonio coreográfico en el que destacan los nombres de Maurice Bejart, Boris Kochno o Rudolf Nureyev, por citar los más célebres, junto a una Pina Bausch que ya vio, en 1997, cómo su Consagración de la primavera era adoptada por la institución francesa como espectáculo a conservar para generaciones venideras.

La versión que Pina Bausch

nos ofrece de la ópera de Gluck y del mito de la ninfa Eurídice no tiene final feliz, difiere pues de la versión remodelada por el compositor en 1774 -una primera versión fue estrenada en Viena, en 1762-, es decir, no incorpora la resurrección de la amada muerta. El espectáculo está concebido en cuatro cuadros: Duelo, Violencia, Paz y Muerte. La tradición expresionista es la que inspira el trabajo de Pina Busch, pero es una tradición revisitada que, por ejemplo, impulsa una coreografía a partir del inventario de los gestos de ternura de los bailarines del grupo o a partir de la memoria de la violencia, de una violencia sistemática captada por los ojos de una niña.

El expresionismo, además, está en el origen de su primer aprendizaje serio de la danza, en Essen, en la Folkwangshule que, en 1927, fundó Kurt Joos, un coreógrafo que tuvo que exiliarse en 1934 porque se negaba a denunciar ante las autoridades a sus alumnos judíos.

Para el editor francés de libros de y sobre Pina Bausch la obra de ésta "es una imagen del país en el que ella ha crecido, forjado a partir de restos, de fragmentos, de lo que ha resistido. Ella construye sus espectáculos a partir de una base mínima, busca el sentido a partir de ella, interroga el mundo desde ahí".

Pina nació en Solingen el 27 de julio de 1940. Sus padres eran propietarios de un café al que acudía la gente del teatro. El país en el que va a crecer es un país en ruinas, que mastica en silencio la culpa o que contempla con estupor la magnitud del desastre. "Yo era una niña muy tímida. Lo que recuerdo es que vivir en el restaurante era muy agradable. Para un crío un restaurante puede ser un lugar maravilloso. Siempre estaba lleno de gente y siempre ocurrían cosas extrañas", dice Pina Bausch.

La cotidianidad trascendi-

da, explorada, desmenuzada, reconstruida, es el material a partir del cual la imaginación de la compañía de Pina puede visitar el infierno y salir con vida de las llamas. Mientras la Ópera de París enriquece su repertorio, el Théâtre de la Ville acaba de presentar en su sala Ten Chi (cielo y tierra), un espectáculo estrenado hace menos de un año en Tokio, ciudad que inspiró a la coreógrafa alemana tras una de sus estancias. Ahí, en el centro del escenario, quien se sumerge en los infiernos es una ballena.

Una imagen de la coreografía de Pina Bausch para 'Orfeo y Eurídice'.
Una imagen de la coreografía de Pina Bausch para 'Orfeo y Eurídice'.URSULA KAUFMANN

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