Entre todos la mataron
Resulta que Joan Ignasi Pla, el secretario de los socialistas valencianos y aspirante perpetuo a ser sólo eso, porque lo de ganar unas elecciones está descartado, se reunió el otro día con los empresarios alicantinos para animarlos, ya que andan mustios a causa de la crisis económica. Joan Ignasi, que carisma no tendrá, pero lo que es labia menos aún (cada vez que abre la boca sube el pan), les aseguró que su intención era "crear nuevas vías y espacios que mejoren la competitividad". ¡Tela! El problema es que los empresarios suelen ser gente de derechas que valora un euro en el bolsillo -si son dos, mejor-, no palabritas que a lo sumo sirven para un titular de periódico. La respuesta, pues, no se hizo esperar: el presidente de la patronal de Alicante, don Joaquín Rocamora (a estos personajes encorbatados hay que aplicarles el don), le respondió que la culpa de todo la tiene el gobierno de Madrid por negarle a la provincia el trasvase del Ebro, el AVE y un mejor aeropuerto. Creo que dijo también que Zapatero es responsable del cambio climático, de la legionelosis y del pecado original, pero de esto último no estoy seguro. Además, como los males nunca vienen solos, don Joaquín atribuyó a los inmigrantes el aumento del desempleo.
Lo que no me ha contado mi espía es si Joan Ignasi se echó a llorar o no ante tamaña ingratitud, ya que después de haber mantenido una posición tan ambigua como la suya frente al populismo neonacionalcatólico del agua -y todo para tratar en vano de obtener unos votos adicionales- va y se encuentra con que los empresarios lo reciben con una patada en la entrepierna.
Recuerdo que, en la transición, los del PSOE proclamaban que la democracia existe cuando quien llama a la puerta es el lechero, no policías de paisano que vienen a llevarse a un padre de familia. Se equivocaron, porque una vez inmersos en este sistema de dos partidos alternantes y bienestar pagado a crédito con un préstamo bancario, hoy blindamos el piso por miedo a que nos roben y compramos la leche en El Corte Inglés bajo la mirada celosa de un agente de seguridad privado. ¿Adivinas, lector, quién es este último? Claro, es el lechero aquel que, decían, iba a llamar a la puerta. Maldita estafa.
El desempleo de Alicante depende de factores de estructura económica neoliberal globalizada que no controlan ni Joan Ignasi ni don Joaquín Rocamora ni el inquilino de la Moncloa. El poder hoy está en otra parte, lejos, muy lejos. Nuestros capitalistas indígenas se las prometían felices deslocalizando empresas para ahorrar salarios y aumentar la plusvalía. Ahora, a joderse tocan, pues los chinos trabajan más barato y ya no hay vuelta atrás.
Y Joan Ignasi, en vez de llegar a Alicante y soltar cuatro verdades, que es lo que hubiera hecho Largo Caballero en su lugar -pero aquéllos eran otros tiempos y otros socialistas-, va y tolera que un señor con corbata lo deje en ridículo ante los medios de comunicación y, encima, que les eche el muerto del desempleo a unos inmigrantes cuyo único delito es haber nacido en países que, si bien son pobres, lo son justamente porque nosotros no lo somos. Aquella democracia virtual con que cada español soñaba tras la dictadura dejó de existir por falta de realidad. Entre todos la mataron y ella sola se murió.
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