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Entrevista:CÉSAR RINCÓN | Matador de toros | LA LIDIA | FERIA DE SAN ISIDRO

"El silencio es lo más lindo de Las Ventas"

Diez años después, César Rincón (Bogotá, 1965) ha vuelto a salir por la puerta grande de Las Ventas. Cuando muchos le daban ya por desconectado, el matador colombiano regresó al escenario donde cuajaron sus sueños, desplegó toda su sabiduría, su valor y su compromiso con la afición que le aupó a la gloria y repitió el milagro con dos toros de Alcurrucén. Es la sexta vez que Rincón sale a hombros en Madrid, tras las cuatro tardes de 1991 y otra más en 1995, y ayer flotaba en una nube de felicidad y... poesía.

Pregunta. Supongo que no comerá en varios días.

Respuesta. ¡No creo! Estoy lleno de felicidad. El día de la corrida no comes por los nervios; y después no tienes hambre por la felicidad.

"La gente cree que cuando uno tiene todo, plata, fincas, ganadería, ya nada le motiva. Pero el ego sigue ahí, como mi compromiso con el toro"
"La primera vez fue la más importante, un antes y un después. Luego enlacé tres más consecutivas y fue histórico. Todas fueron mágicas"
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P. ¿Intuía el triunfo?

R. Venía más tranquilo que otras veces. Con la tensión de Madrid y lo que eso significa... La gente cree que cuando uno tiene todo, plata, fincas, ganadería, ya nada le motiva. Pero el ego sigue ahí. Es una cosa personal: mi compromiso con la fiesta y con el toro.

P. ¿Pero soñaba con volver a abrir la puerta grande?

R. Sueña uno que eso va a pasar, y a veces pasa. La puerta grande es una guía. Esta vez significa la vida, la lucha por la vida, es el triunfo de los amigos que siempre han estado haciendo fuerza, los días buenos y los malos, en la salud y no. Eso es muy bonito. La mejor felicidad es tener amigos.

P. Imagino que cada triunfo es distinto. ¿En qué lo fue esta vez?

R. Todas son diferentes y no podría decir cuál prefiero. La primera fue la más importante porque supuso un antes y un después en la carrera y la vida. Luego enlacé tres más consecutivas y fue un hecho histórico. Todas fueron mágicas. Y la quinta, en 1995, en un momento que me hacía mucha falta. En mi vida Madrid ha sido un santo y seña, y he tenido que pasar un examen todos los años; y había algunos, como el de la faena a Bastonito, la tarde impresionante, en que la temporada no cuajaba, y tenía que volver a Madrid para obtener crédito otra vez...

P. Sin lograrlo siempre...

R. Aquí siempre me exigieron muchísimo y a veces se pusieron de parte del toro...

P. No el miércoles. ¿Qué pasó?

R. Estuve muy torero, muy pudiéndole, muy seguro toda la tarde, queriendo marcar diferencias y ganar al toro siempre, sometiéndolo todo el tiempo...

P. ¿Se refiere al primero?

R. A los dos. Aunque las dos faenas fueron diferentes. El segundo requería espacio, tiempos, y hubo muletazos muy largos, de gran cadencia. Fue maravilloso.

P. Pero sin naturales

R. ¡La perfección no existe!

P. ¿Quizá fue ésta la vez que los toros tenían menos fuerza?

R. Tenían una embestida diferente; cada uno tuvo sus dificultades. Los toros no estaban mal, pero tenían sus matices. El caso es que los saqué a flote en las dos faenas, y fueron a más.

P. Supongo que al caer la primera oreja ya sólo pensaba en salir por la calle Alcalá a hombros.

R. Ahí ya sabía que no se me podía escapar, y por eso salí muy decidido, con el capote ganando terreno en cada lance, sin darle distancia; así salieron de apretadas las chicuelinas, me pasaba por encima de los muslos. Esa predisposición fue muy importante, y en la muleta traté de darle espacio y de cruzarme mucho porque se paraba, salió mermado del caballo; algunos muletazos salieron muy arrebujados, y decidí matar recibiendo. Madrid se lo merecía.

P. Y aunque la espada cayó, la afición valoró el gesto.

R. La afición tiene sensibilidad cuando uno intenta hacerlo bien. No importa tanto que aciertes como que lo intentes. Seguramente las estocadas no fueron perfectas, ¡pero yo no me fui de la suerte! Y hay momentos en la vida en que no se puede mirar todo con lupa. Cuando hay sentimiento, entrega y tú no te alivias, la gente no mide con tanta precisión. En el amor no hay sitio para analizar.

P. ¿Está ya superada del todo su enfermedad hepática?

R. Pasé dos años muy complicados, con tratamientos muy fuertes. Ahora sigo cuidándome, me controlan cada cuatro meses. Creo que superé la hepatitis por los toros, pasear por el campo me ayudó a aferrarme a la vida. Quise tener cinco centavitos más de felicidad y me la dieron.

P. ¿Le dio tiempo a oír los olés la otra tarde?

R. Los olés de Madrid son únicos. Y los silencios, también. Cuando te estás cruzando con el toro y la gente pide silencio, y se produce esa expectación tensa, ese runrún, y luego cada muletazo explota en un olé, no hace falta música. Lo más lindo de Las Ventas es el silencio.

César Rincón, ayer en Madrid.
César Rincón, ayer en Madrid.LUIS MAGÁN

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