Mario de Salegi, escritor, editor y militante antifranquista

Un aforismo de Marco Aurelio dice: "Ya no discutas más qué es un hombre bueno: sé uno". Otro famoso de Terencio: "Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno". De repente conoces a personas que te devuelven a los aforismos, simplemente porque los encarnan, porque traducen a la vida real el sentido profundo de esas frases sabias.

Mario de Salegi era una de esas personas; mucho más interesado en ser y ejercer de hombre bueno que en juzgar a los demás. Inmensamente curioso y generoso con lo humano. También lo fue conmigo, generoso y atento, sin prólogos ni epílogos, como si fuera lo más natural del mundo. Lo único natural.

Mario de Salegi acaba de morir en Nueva York, ciudad en la que residía desde los años cuarenta. Trabajó hasta el último momento en una obra literaria que es memoria personal, es decir, de una vida ligada a los acontecimientos más significativos de la historia del siglo XX.

Nació en San Sebastián en 1918; combatió en la Guerra Civil en el batallón Eusko-Indarra. Militante antifranquista; resistente contra el nazismo en distintos países europeos, acabó la Segunda Guerra Mundial alistado en la Marina norteamericana.

Editor, periodista y escritor su obra incluye títulos como Morir en Irún (finalista del Premio Planeta en 1977), Operación Carlomagno o Verano del 36. Memorias de un gudari, que se edita estos días.

Tengo ante su muerte un sentimiento que es una manera de orfandad. Mario de Salegi y su mujer Miriam Nurmberg no te acogían, te adoptaban. Orfandad afectiva e intelectual. Su casa del West End no fue sólo un hogar para mí, sino la oportunidad de conversaciones fundamentales; serias, creativas, fértiles, esperanzadas.

Aprendí mucho a su lado, seguramente porque él mismo fue alguien que no dejó nunca de aprender ni de observar ni de escuchar. Ni de desear, con manos a la obra, un mundo más honesto, más solidario y más feliz. A su imagen y semejanza.

Luisa Etxenike es escritora.