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Reportaje:

'Telechivatos' del golf

Algunos telespectadores denuncian por teléfono faltas de los profesionales

Carlos Arribas

Visto lo visto las últimas semanas, los jugadores profesionales de golf, los que se juegan el cocido todas las semanas en los torneos de medio mundo, han descubierto una nueva verdad. La televisión es peligrosa.

Por lo menos es más peligrosa para la bondad de su tarjeta que zonas arenosas, lagos, malezas, riachuelos y demás obstáculos naturales que pueblan los campos de golf. Bueno, no tanto la televisión como los compañeros que después de jugar, o antes, matan las horas viéndola. O los telespectadores ociosos que no tienen mejor cosa que hacer que llamar por teléfono a los árbitros de los torneos cuando creen que un jugador ha hecho una incorrección.

Son los telechivatos, el último, y doloroso -como han comprobado recientemente Colin Montgomerie y Miguel Ángel Martín-, fenómeno del golf.

"Recibimos llamadas de espectadores que creen haber visto algo incorrecto", dice un árbitro

Martín, veterano jugador español, buscando una mejor posición para golpear su bola pisó un arbolito el jueves en Forest of Arden (Inglaterra), donde se disputaba el Masters Británico. Un telespectador lo vio en su casa, le pareció que iba contra las normas y llamó por teléfono a Wentworth (Reino Unido), a las oficinas centrales del circuito europeo, desde donde le pasaron con el director del torneo.

"Recibimos unas ocho o diez llamadas al año de espectadores que creen haber visto algo incorrecto", dice José María Zamora, reputado director del torneo. "Y estamos obligados a verificarlas. Muchas veces no van a ningún sitio, son espectadores equivocados, pero otras tienen razón".

Una vez recibida la llamada, el árbitro del torneo se dirigió al camión del realizador de televisión para ver las imágenes en cuestión. En efecto, Martín no podía pisar aquel arbolito. Debía ser castigado con dos golpes. El problema fue que cuando el árbitro alcanzó tal conclusión, Martín ya había entregado su tarjeta sin aplicarse la penalización. Consecuentemente, fue descalificado del torneo.

"La televisión nos sirve de ayuda para intentar evitar la descalificación", explica Zamora. "Siempre intentamos ver las imágenes antes de que termine el jugador su recorrido, para que se aplique la penalización antes de firmar su tarjeta, pero a veces no llegamos a tiempo".

Al escocés Montgomerie, uno de los mejores europeos de las últimas décadas, lo delató en Yakarta (Indonesia) Sören Kjeldsen, un jugador danés que participaba en el mismo torneo. El último viernes de marzo, a última hora, Kjeldsen se apiadó de Montgomerie viendo por televisión las dificultades del escocés para dar un golpe: tenía la bola en el rough, cerca de un búnker (zona arenosa) y sólo encontraba posición metiendo un pie en el agujero de arena, lo que era incómodo e imposible. Pero Montgomerie no tuvo que dar ese golpe. Sonó la alarma. Peligro de tormenta. A toda velocidad, Montgomerie, temeroso del peligro de los rayos para su integridad física, se fue del descampado. Dejó en el suelo la bola, pero no marcó el lugar exacto en el que la dejaba, por si acaso desaparecía.

El juego se reanudó la mañana siguiente, pero cuando Montgomerie llegó al lugar en que había dejado la pelota el día anterior no la encontró. Alguien se la había llevado. Siguiendo el reglamento, y tras consultar a sus compañeros de partido, Montgomerie colocó una nueva bola en el lugar en el que creía que estaba la desaparecida. Pero Kjeldsen, que también lo veía por la tele al día siguiente, consideró que se había aliviado y llamó por teléfono al árbitro, que era Zamora.

"Y yo enseguida vi las imágenes por televisión, pero no pude apreciar ninguna incorrección, ya que no las pude apreciar al mismo tiempo, la colocación de un día y la del siguiente", dice Zamora. "Así que no penalicé a Montgomerie, porque partimos de la base de que el jugador nunca actúa con mala fe. Varias semanas después pude ver ambas imágenes en paralelo, en la misma pantalla, y comprobé que, en efecto, el denunciante tenía razón. Montgomerie debería haber sido penalizado".

Pero cuando Zamora llegó a esta conclusión el resultado del torneo no podía modificarse. La situación se resolvió con una reprimenda de sus compañeros, una confesión contrita de Montgomerie y su promesa de donar los 24.000 euros de ganancias para ayudar a las víctimas del maremoto en Asia.

Colin Montgomerie, en el Masters Británico, el pasado sábado.
Colin Montgomerie, en el Masters Británico, el pasado sábado.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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