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Reportaje:

La batalla por las reservas de petróleo

India y China se han sumado a la carrera por asegurarse los suministros de años venideros

Fernando Gualdoni

A mediados del siglo XX, las grandes potencias cambiaron el carbón por el petróleo como principal materia energética. Aquella pugna geopolítica, que llevó a EE UU a estrechar un lazo único con Arabia Saudí que aún perdura, al Reino Unido a explotar el mar del Norte, a Francia a rastrear el crudo en África, amenaza con repetirse ahora con los mismos actores y algunos nuevos que emergen con fuerza. Los poderosos de Occidente intentan asegurarse el suministro de crudo para los años venideros, pero también países como India y China han entrado en la carrera, dispuestos a cerrar acuerdos, hacer inversiones, y lo que haga falta, en los países productores. Baste recordar la gira inédita que el presidente chino, Hu Jintao, realizó por América Latina a finales de 2004.

El precio del barril ha pasado de 10 a 50 dólares entre 1998 y 2005, por la falta de oferta, el incremento de la demanda y la guerra
Los expertos concluyen que es crucial que los grandes productores abran sus sectores energéticos al capital extranjero

Ha habido muchas razones para que el precio del barril pasara de 10 a 50 dólares entre 1998 y 2005: la falta de oferta, el incremento de la demanda, sobre todo de China e India; la guerra de Irak, la violencia en todo Oriente Próximo, la inestabilidad política en grandes productores como Venezuela y Nigeria, el caso Yukos en Rusia, la especulación de los intermediarios, los problemas de producción de las refinerías de EE UU, etcétera. No obstante, hubo otra razón, llamada el factor miedo, que ejerció una fuerte presión sobre los precios en 2004 y que sigue latente. El "miedo" no surge porque el crudo esté a punto de agotarse, sino porque que dos tercios del mismo está en manos de cinco países del golfo Pérsico.

De estos países, Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Irán e Irak, sólo el primero tiene lo que se conoce como "capacidad sobrante", como para atajar una crisis en el mercado petrolero mundial. Tampoco esa "capacidad" es muy grande ahora, aunque se espera que con lo elevados precios la industria saudí recupere en breve ese potencial productor que le permite abrir o cerrar la espita para cambiar la tendencia de los precios en situaciones de urgencia. Porque si se produce una crisis, y Arabia Saudí, el llamado banco central del petróleo, no logra responder a ella, el barril fácilmente llegaría a los 100 dólares. Esta dependencia de cinco grandes productores, que en muchos momentos se reduce a uno, es lo que le pone la piel de gallina. Los cinco países están en la misma zona y son políticamente inestables. En todos, el sector petrolero está en manos del Estado.

Un buen número de expertos y estudios del mercado concluyen que es crucial que los grandes productores, y en especial los "cinco grandes", abran sus sectores energéticos al capital extranjero. Difícil cuestión. En Arabia Saudí, por ejemplo, el petróleo está ligado a la religión, se le considera un regalo de Alá y se halla en el subsuelo de tierra santa si se considera como tal a todo su territorio. En Irán, el crudo es el botín de la revolución de los ayatolás de 1979. ¿Qué Gobierno se atrevería a dejar en manos de los "infieles" estos recursos? Ni siquiera en países como México y Venezuela la privatización de sus petroleras es hoy una posibilidad. Menos aún en la Rusia de Putin, a pesar de sus promesas de apertura energética.

En 2004, la producción total mundial alcanzó los 91 millones de barriles diarios y la "capacidad sobrante" estaba en torno al millón de barriles, su nivel mínimo en 20 años. No obstante, según diferentes estudios, incluido uno del FMI, ese margen extra de crudo no debería ser inferior a tres millones de barriles (lo ideal son cinco millones) para que una catástrofe pueda ser evitada. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), a la que pertenecen los citados "cinco grandes", es reacia a aumentar mucho la producción por temor a que los precios se desplomen y, el resto de los países que tienen petróleo ya están produciendo al máximo.

La exploración en otras zonas, como el Caspio, es un hecho, pero aún no ha madurado, mientras que la intención del presidente Bush de ampliar la explotación en Alaska no sólo lo enfrentaría a los ecologistas, sino que tampoco solucionaría el déficit energético de EE UU. A pesar del "factor miedo" y la escalada de los precios en los últimos dos años, ningún Gobierno de Occidente ha puesto de verdad en marcha un plan para disminuir la dependencia de Oriente Próximo. Se habla de buscar crudo en otras partes (África, Asia Central, América Latina), pero las grandes reservas están donde están y no hay nada que hacer, al menos con base a la legalidad internacional. Por tanto, tal vez sea éste el momento, de una vez por todas y en serio, de desarrollar las energías alternativas, sobre todo la solar y el hidrógeno.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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