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VISTO / OÍDO
Columna
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Fútbol nacional

Temo -seriamente- que la estructura del pensamiento general de este país haya adoptado, por ahora, las formas del fútbol. Hace menos de un siglo se adecuaba a las de los toros, y todavía quedan sus locuciones, aunque haya abandonado la actualidad y parezca una fiesta ajena a la mayoría. La estructura del fútbol se basa en que la pasión se lanza y emite por algo que no existe ni cambia la situación de cada uno. Los aficionados hablan en plural, "¡ganamos!" o "perdemos", sin ganar o perder nada para sí, y eso se plantea en una lucha con los contrarios, que están en la misma nada pero con color distinto. Dentro de todo esto se han segregado unas pasiones en el vacío que se resuelven con insultos de grueso calibre. Antes pasaba también en los toros, pero con mucha más participación del ingenio, y había quien se hacía famoso (El Ronquillo, plaza de Madrid) por sus gritos divertidos y justos. Se sabe que esta nadería, que este vacío, puede producir pasiones con muertes. Hay bandas o peñas especializadas. Como en el teatro existía la "partida de la porra", desde el siglo XIX, que defendía o atacaba autores, o incluso locales cuando éstos tenían una compañía fija y unos estilos propios.

En el Congreso, ahora, apenas se decide, o llega todo más o menos decidido por una mayoría absoluta o sus alianzas: pero llega la discusión, llamada debate, en la que los equipos o partidos tienen ya tomada su posición de antemano. Por eso la decisión se basa en saber qué orador gana y cuál pierde. Lo cual no depende en absoluto de sus razones. Es el "encuentro", es el derby, es la exhibición de los "eternos rivales", y se acude a él -a la televisión, que también cuenta enormemente en estos casos, como en el fútbol- para desahogar pasiones.

¿Ganó Zapatero o Rajoy? Se discute este fin de semana, porque, a diferencia del fútbol, no hay tanteo que lo discierna. Hay que esperar las elecciones, aún descontando que cada uno tiene un número importante de fans que no van a desaparecer. Parece que hay una minoría que decide con su razón, un grupo que, al abstenerse o votar a uno de los dos grandes o contra él, termina decidiendo la política general. Son los "indecisos" de las encuestas: el lenguaje deportivo culpa al indeciso, pero, en realidad, son los únicos que filosofan y piensan antes de decidir.

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