Una falta cada dos minutos
Jueves laborable, a las nueve de la noche. El Atlético afrontaba el partido más importante de la temporada, la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey, con miedo a que los gritos de sus jugadores rebotaran contra el vacío de las gradas, huérfanas por una vez de un público normalmente inasequible al desaliento.
Para evitarlo, el club se dedicó a movilizar a su gente por todos los medios: Pantic, el héroe de la Copa ganada, como la Liga, en 1996, abandonó la tranquila vida de ex futbolista para convocar a los aficionados rojiblancos. Miles de panfletos con la foto del ex defensa López celebrando el título fueron repartidos por la ciudad para informar del horario del partido. Y, para no dejar ningún cabo suelto, con los más despistados como objetivo, se emplearon las más modernas técnicas de propaganda: "Todos juntos podemos. Pásalo. Antonio López", rezaba uno de los miles de mensajes de texto que el club y sus jugadores mandaron a los móviles de los aficionados.
El resultado de tanto esfuerzo se hizo esperar. El Calderón no se llenó hasta bien entrada la primera parte y pareció desangelado durante el primer cuarto de hora, como un anfitrión que recibe a la mitad de los invitados que tenía previsto.
El público se despertó al ritmo del silbato del árbitro, que, en los 93 minutos de juego, pitó 52 faltas -23 al Atlético y 29 a Osasuna-, es decir, 1,12 cada dos minutos, y mostró siete tarjetas amarillas a Osasuna y tres al Atlético. Entre medias, un partido con muchas patadas y desplantes.
El colorido, el ruido y los cánticos se los reservó el Frente Atlético, que dirigió lo silbidos, las protestas y las palmadas del resto del estadio desde el atril del fondo Sur. Allí apareció La Muerte, sobresaliendo entre banderas de España, vestida de negro, cargando con su afilada guadaña y coronando la bandera con el escudo del Frente. Colocada por las gargantas más activas del estadio, la dama de negro debió de sentirse como en casa cuando los fanáticos del Atlético encendieron diez bengalas para crear su propio infierno de llamas rojas.
Osasuna jugará la Copa de la UEFA si es campeón de la Copa, pero no tiene garantizada su presencia en ella por el simple hecho de disputar la final contra un equipo que, presumiblemente, obtendrá plaza europea por la vía liguera. El Betis debería quedar entre los cuatro primeros y entrar en la Champions para que el subcampeón copero se clasificase automáticamente para la UEFA. En caso de que el equipo sevillano quedase el quinto o el sexto, su plaza como campeón de Copa correría al séptimo de la Liga y no al subcampeón. En este momento, por ejemplo, ese beneficio recaería en el Valencia. El Betis, a falta de tres jornadas, es sexto con 55 puntos, a tres del Sevilla y del Villarreal.
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