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Crónica:FÚTBOL | Vuelta de las semifinales de la Copa del Rey
Crónica
Texto informativo con interpretación

Como en los viejos tiempos

Al igual que en la final de 1977, el Betis fulmina al Athletic en los penaltis tras un duelo accidentado y emocionante

Por mucho que pase el tiempo (y ha llovido desde Zarra, Gainza o los mas recientes Iribar, Clemente o Rojo), San Mamés mantiene intacto el perfume de su historia. A poco que se cita con el presente, apela a todo su viejo catálogo que aparece inmaculado, sin una mota de polvo. Hoy, con tipos tan propios de los nuevos tiempos como Yeste o Iraola o los más cercanos al pasado, gentes férreas como Urzaiz o Gurpegui, el Athletic tocó la trompeta y convirtió la vieja Catedral en el ese teatro de los sueños al que apela cuando le reclama el éxito. Tan histórico era el asunto que como en 1977, ahora en semifinales, Athletic y Betis se la jugaron a penaltis, un destino injusto para el dominio rojiblanco, para sus méritos, para su sobreesfuerzo. Comno hace 28 años el Betis salió ganando, aun siendo el peor de los dos partidos. La grandes citas a veces se convierten en grandes tragedias y San Mamés sabe mucho de eso.

ATHLETIC 0 - BETIS 0

Athletic: Lafuente; Iraola, Prieto, Lacruz, Casas (Del Horno, m. 61); Gurpegui, Orbaiz; Etxeberria (Ezquerro, m. 61), Yeste, Tiko; y Urzaiz (Llorente, m. 96).

Betis: Doblas; Melli, Juanito, Rivas, Luis Fernández; Assunção, Arzu (Lembo, m. 120); Joaquín, Fernando (Varela, m. 71), Benjamín (Denilson, m. 90); y Oliveira.

Árbitro: Megía Dávila. Amonestó a Yeste, Assunção, Gurpegui, Luis Fernández, Del Horno, Prieto y Lacruz. Expulsó a Juanito (m. 118).

Unos 38.000 espectadores en San Mamés. Tanda de penaltis: 0-0. Del Horno, falla. 0-1. Assunção, gol. 1-1. Yeste, gol. 1-1. Oliveira, falla. 2-1. Tiko, gol. 2-2. Joaquín, gol. 3-2. Orbaiz, gol. 3-3. Denilson, gol. 4-3. Iraola, gol. 4-4. Lembo, gol. 4-4. Ezquerro, falla. 4-5. Luis Fernández.

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En diez minutos, San Mamés revivió más de un siglo de historia, con toda la caballería desbocada, llegando por ambos lados del campo, y por el centro, por arriba y por abajo, una de esas salidas que antiguamente se decían que hacían retumbar el campo. Impregnados del espíritu de Anfield, el Athletic emuló al viejo Liverpool jugando a base de ritmo, presión y disparo. Así cabeceó Gurpegui para que Doblas metiera los dedos con apuros, y remató Yeste, duro y seco, cruzado, y Orbaiz, más duro aún, más de lejos y Tiko, más fuerte todavía, aún desde más lejos. Siempre encontraron a Doblas, muy apurado pero fiable, porque el campo era una pista de hielo para el balón en cuanto rozaba la hierba.

La tormenta le pilló al Betis sin paraguas. El conjunto andaluz tiene otro corte, apura mejor su velocidad, su capacidad para el regate (dos asuntos en los que Joaquín, aun lesionado, anda sobrado) y husmea el área con mayor cuidado y tacto. Pero la tormenta futbolística le caló de los pies a la cabeza. Apenas Benjamín, incansable en la presión, y Rivas, poderoso frente al juego aéreo de Urzaiz, aguantaban a un equipo que su suerte pasaba por huir del intercambio de golpes y aceptar el primer chaparrón sin hincar la rodilla.

Cuando el Athletic se tomó un respiro, el Betis apareció por San Mamés con su fútbol cadencioso. A poco que Assunçao comenzó a tocar el balón, a manejarlo, a distribuirlo, el Athletic se derritió como un soufflé. El Betis convirtió el círculo central en su centro de operaciones, desde ahí buscaba la velocidad de Oliveira por el centro o las diagonales de Joaquín y el peligro cambió de área. No fue mucho lo que el Betis inquietó a Lafuente, pero firmó dos intervenciones soberbias tras un tiro de Melli y después tras un cabezazo envenenado. Lo que había quedado claro es que, entonces, el tacto se imponía al músculo. No es el Athletic un equipo que se distinga por su orden táctico, que lo tiene pero que lo pierde con demasiada facilidad. Tan acostumbrado a la vorágine se parte con facilidad dando la sensación de que siempre ataca y defiende con pocos hombres. Son, como en toda su historia, sus ratos tontos. El Betis los aprovechó para recuperar el pulso del partido, para igualarlo y presentar al menos una tarjeta de visita.

Y en esas estaban ambos cuando se fue la luz para alargar la noche mágica. Fueron trece minutos de parón en un momento inoportuno, tras el descanso. Tiempo de olas y cánticos. Y vuelta a empezar, con el Athletic de nuevo en tromba y el Betis tirando de rondos para amansar a la fiera. De rondos y de Joaquín, que libraba un doble duelo con Casas y con el público. El primero, aguerrido y fuerte, no se arrugó; el público chillaba porque intuía que por allí andaba el peligro. Pero realmente el peligro estaba en el banquillo. Además de fuerza, el Athletic necesitaba ingenio frente a una defensa ordenada. La presencia de Ezquerro se lo dio. El delantero riojano es tan discutido como alabado. Su primera acción fue una de sus habituales, corriendo, quebrando y rodando por el suelo. El árbitro señaló penalti pero le corrigió, con magnífica vista, su asistente. La falta había sido fuera. Fue el único acierto de un colegiado excesivamente permisivo con las brusquedades del encuentro y desigual en el trato a los equipos. La jugada no sólo alteró el partido, sino el ánimo, tenso y nervioso. El Athletic tocó la heroica sometiendo de nuevo a Doblas a un ejercicio de reflejos. El tiro de Yeste fue brutal y los puños de Doblas, milagrosos.

El Athletic había decretado el asedio, encogido en su área y confiando apenas en esos errores que la voracidad del Athletic le podían proponer. Y lo tuvo en un saque garrafal de Lafuente que luego atrapó el disparo de Oliveira. Todo era Athletic para lo bueno y para lo malo. Es decir para Ezquerro, que mandó fuera un cabezazo a placer con media portería vacía. Y ahí empezó la prórroga y todo lo demás.

Yeste es consolado por los jugadores del Betis tras finalizar la tanda de penaltis.
Yeste es consolado por los jugadores del Betis tras finalizar la tanda de penaltis.TXETXU BERRUEZO

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