_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Coria no se arriesgó y abrió la puerta a Rafa

Hubo algunos detalles en el épico duelo que libraron Rafael Nadal y Guillermo Coria en Roma que marcaron ineludiblemente el desarrollo del partido. Desde el primer momento quedó claro que el mallorquín no llegaba tan fresco como había estado en las finales de Montecarlo y Barcelona. Se notaba un claro intento de retraerse en sus expresiones de júbilo después de cada punto. En el Foro Itálico apenas gesticuló. Quería conservar toda su fuerza física y no realizar ningún gasto de energía innecesario. No estaba al 100% porque llevaba muchos partidos en sus piernas. Y sólo su mentalidad, la mejor del circuito, le permitió sacar fuerzas cuando la quinta manga se le complicó.

Sin embargo, ése tampoco es un asunto superficial. Porque Coria jugó a su mejor nivel justo cuando iba por debajo en el marcador: tras ceder la primera y la tercera mangas y luego cuando Nadal le igualó en la quinta, tras salvar dos bolas para el 4-0. Coria era el peor rival que podía tocarle a Nadal porque le obligó a disputar cada punto. El desgaste resultó brutal para los dos, pero pesó más en el mallorquín porque era quien llevaba un mayor balance de partidos jugados. Era lógico, por tanto, que sufriera una cierta relajación después de cada set ganado.

Sin embargo, Coria se equivocó en un aspecto: creyó que Nadal estaba tan cansado que en algún momento iba a fallar físicamente e intentó alargar el partido a toda costa. Se arriesgó menos de lo que en él es habitual, buscando asegurar sus golpes para desgastar a su rival. Y eso resultó un error porque concedió a Nadal la posibilidad de llegar relativamente cómodo a las bolas y de conectar sus brutales aceleraciones en los momentos más importantes del partido.

Coria demostró ser un gran jugador de tierra batida porque llevó a Nadal hasta la extenuación. Ningún otro jugador le habría exigido tanto. Con cualquier otro los puntos no habrían sido tan largos y tan intensos. La batalla se desarrolló punto a punto. Ni siquiera valía la perspectiva de los juegos. Y la capacidad de los dos jugadores para soportar el sufrimiento y seguir luchando fue impresionante. Sólo la recuerdo en otro jugador, el austriaco Thomas Muster.

En la final de Roma probablemente se enfrentaron los dos mejores jugadores de tierra batida del momento. A ese nivel sólo pueden competir otros dos, ambos españoles, Juan Carlos Ferrero y Carlos Moyà, rozando sus topes. Para mí, ellos cuatro son los grandes favoritos para ganar este año Roland Garros.

Javier Duarte fue capitán del equipo español de la Copa Davis y entrenador de Àlex Corretja.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_