Amistad hispano-portuguesa
Si la tradicional buena relación de vecindad entre Portugal y España dependiera del buen juego de los toros portugueses de Murteira, andaríamos a la greña un día sí y el otro también. La verdad, y sin ánimo de ofender, es que parecían torpedos enviados por el enemigo para derrotar a tres modestos cargados de ilusiones que buscaban amigos portugueses que colaboraran al triunfo y no marrajos sin sangre brava que le impidieran salir a flote del difícil trance en el que viven.
Los toreros, sin duda, acudieron confiados y se vieron sorprendidos en su buena fe. Porque está visto que los toros no saben de buena vecindad y les importa poco la necesidad de triunfo de quienes lo buscan como una tabla de salvación.
Murteira Grave / Martínez, Paulita, García
Toros de Murteira Grave, bien presentados, con cuajo, mansos, descastados e inválidos; el quinto fue devuelto y sustituido por un sobrero de Cortijolivar, manso y deslucido. Sergio Martínez: casi entera atravesada y tres descabellos (silencio); estocada tendida (palmas). Paulita: pinchazo y el toro se echa (palmas); estocada atravesada (ovación). Iván García: pinchazo y casi entera (silencio); pinchazo y estocada atravesada (oreja). Plaza de Las Ventas. 8 de mayo. Algo menos de media entrada.
Ocurre, por un lado, que la decadencia de la ganadería brava no conoce fronteras, y tan escasa está la casta en España como en Portugal; que los pastos son los mismos, aunque hablen otro idioma, y que la fachada impresionante de estos toracos no es mas que puro decorado detrás del cual sólo existe un inmenso páramo. Afortunadamente, la amistad hispano-portuguesa no depende de estos lances.
Después, está la situación de la terna actuante, tres jóvenes toreros, con escaso bagaje a sus espaldas, que acuden a Madrid con la decisión de demostrar su valor, sus maneras y eso que dicen todos que llevan dentro a ver si enderezan una carrera que se les ha torcido demasiado pronto. Y juegan a la lotería con los murteiras, o con otro cualquier décimo que les ofrezca la empresa, con la esperanza de que suene la flauta y salga ese toro soñado que acabe de una vez por todas con el duermevelas en el que están sumidos por la falta de contratos.
Los portugueses no permitieron el triunfo grande. Pero ganaron los españoles, como no podía ser de otra manera desde una visión patriotera del espectáculo. Pero ganaron en serio porque los tres toreros plantaron cara a su destino y demostraron honestidad, vergüenza y valor.
Sergio Martínez se dirigió muy serio al burladero después de despachar al manso integral que le tocó en cuarto lugar. Le acompañaron unas tímidas palmas, pero lo cierto es que el chaval se había jugado el tipo ante un animal de embestida incierta que huyó en estampida del caballo, se dolió cobardemente en banderillas y llegó a la muleta con sentido y escaso recorrido. A base de exponer arrancó algunos muletazos que emocionaron más por la dificultad de su ejecución que por su trazo. Inédito quedó en el primero, el de más cuajo de la corrida, que derrochó sosería en el tercio final.
Se lució Paulita en ese primer toro de su compañero en un quite por ceñidas chicuelinas, y en otro por gaoneras combinadas con faroles en el suyo, un inválido mansurrón que tenía muchas ganas de morirse. El quinto, sobrero, era español, pero no quiso dejar mal a los portugueses y su comportamiento fue chapucero: manso, áspero y violento, desarrolló sentido y no se llevó por delante de milagro al valiente torero, que tuvo redaños para arrancar algún muletazo.
Iván García maneja el capote con soltura y así lo demostró
primero, en un precioso quite por chicuelinas en el segundo de la tarde, y en las verónicas con las que recibió al tercero, que no permitió ni un pase más. Aprovechó muy bien las embestidas del sexto, al que muleteó con templanza y gusto por ambos lados en tandas vibrantes. Dejó claro que posee buenas condiciones en cuanto un toro, el único de la tarde, mete la cabeza sin brusquedad y consigue enardecer a los tendidos.
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