Un talento tremendo

Ante un panorama en el que están en alza los valores relacionados con el músculo, Sarunas Jasikevicius es una rara avis atractiva. Dice Ivanovic que exige a sus jugadores que vivan los partidos. Pues Jasikevicius cumple hasta el extremo tal condición, aunque eso no significa que, de verse juntos, sus relaciones con un entrenador como el del Tau fuesen ideales. Todo lo contrario. La emotividad con la que desarrolla su trabajo el lituano le lleva en ocasiones a una anarquía que Ivanovic no soportaría. Seguramente fue ese aspecto de su personalidad el que llevó a Pesic, ex técnico del Barça, a fichar a Ilevski y no mantenerle a él en su plantilla, con la consiguiente decepción de los aficionados azulgrana, que dos cursos después siguen añorándole y pidiendo a gritos su vuelta. Y es que ésa es otra de sus peculiaridades: Saras se hace querer.
Su salto a la palestra se produjo en los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Tuvo en sus manos la posibilidad, en aquella época casi un imposible, de tumbar al orgulloso equipo de Estados Unidos. Fue en las semifinales. Su triple ganador no tuvo esa vez éxito, pero le colocó bajo los focos y apuntó una gran cualidad: nunca rehuye la responsabilidad; es más, disfruta con ella. En 2001 recaló en el Barça, en el que se ganó rápidamente el corazón de su hinchada. Sus gestos, su pasión, su sentido del humor y, por qué no, sus cruces de cables le convirtieron en ídolo y referente emocional de un equipo que, en su segunda temporada, arrasó con todo y logró por fin su ansiada Euroliga.
Un par de meses después le llegó la guinda con la medalla de oro en el Campeonato de Europa de selecciones a costa precisamente de la España de Gasol. Pero algo no iba bien en su relación con Pesic, sombrío y no muy partidario de los excesos y las bromas con las que a Saras le gusta alegrarse la vida. Cuando el dinero, primer escollo para su renovación, pareció solventarse, Pesic eligió a Ilevski y él se fue al Maccabi de Tel Aviv. El proceso afectivo se repitió y en Israel volvió a triunfar: una Euroliga y, de momento, finalista en otra.
Deportivamente, Jasikevicius es un tremendo talento con una cabeza que a veces le juega malas pasadas. Temperamental y objeto de deseo de la NBA y del Barça, que sueña con recuperarle, vive los partidos con intensidad. Gesticula, manda, se enfada, discute con los árbitros y en ocasiones parece fuera de control. Gran tirador y defensor algo contemplativo, su personalidad es arrolladora y, pase lo que pase, nunca deja indiferente. En la conferencia de prensa previa a la cita de hoy, un periodista israelí le preguntó por su mal partido ante el Panathinailos. Saras, la cara un poema, le contestó educadamente: "Hice un buen trabajo, pero espero que en la final le guste más". Sonrió y la sala, un compendio de tópicos, se convirtió en algo humano.

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