Blair saborea su victoria menos dulce
El voto de castigo por la guerra de Irak empaña el tercer triunfo consecutivo del Partido Laborista
Los británicos consiguieron cuadrar el círculo en las elecciones generales del jueves: otorgaron al Partido Laborista un histórico tercer mandato consecutivo y al mismo tiempo redujeron sensiblemente su mayoría como voto de castigo a su líder, Tony Blair, por llevarles a la guerra de Irak contra su voluntad. Las elecciones arrojaron un resultado relativamente esperado, pero lleno de mensajes de alto valor político. Los conservadores evitaron un descalabro, pero siguen estancados en votos, y su mejora en escaños se debió sobre todo a la bajada laborista combinada con el ascenso de los liberal-demócratas. Éstos dieron un gran salto de la mano del voto protesta, pero consiguieron menos escaños de los que esperaban y fracasaron en su asalto a los conservadores.
Tony Blair apareció con semblante sombrío, ya en la madrugada del viernes, al ser proclamado ganador en su feudo de Sedgefield, en el noreste de Inglaterra, donde Reg Keys, el padre de un soldado muerto en Irak, obtuvo un meritorio 10% de los votos. Quizás por respeto a Keys, quizás afectado por el enorme grado de rechazo personal que su figura ha suscitado en estas elecciones, Blair parecía haber perdido, más que ganado, la contienda electoral. "El pueblo británico quería que el Partido Laborista volviera a gobernar, pero con una mayoría reducida, y tenemos que responder a eso", dijo. "Sé que Irak ha sido una cuestión que ha dividido este país, pero espero que ahora podamos mirar al futuro", añadió, admitiendo así la influencia de la guerra en la pérdida de apoyos del laborismo.
Los laboristas han obtenido 355 escaños, con el 36% de los votos, el porcentaje más bajo de respaldo popular cosechado jamás en la historia de la democracia británica por el partido ganador. Los conservadores, con 197 escaños y el 33% de los votos, evitaron el descalabro que algunos temían, pero su mejora relativa se debe más al castigo a los laboristas que a sus propios méritos.
Renuncia del líder 'tory'
El líder tory, Michael Howard, que ha visto fracasar su estrategia de azuzar el miedo a la inmigración y de ataques personales al primer ministro, renunció al liderazgo conservador, pero se mantendrá al frente del partido durante un tiempo indeterminado para abrir un debate sobre el futuro y evitar que la sucesión se convierta en una lucha de personalidades. El problema de los tories no es tanto el candidato como su posición en un arco político en el que los laboristas han logrado acaparar el centro.
Las elecciones fueron agridulces también para los liberal-demócratas de Charles Kennedy. Lograron el 22,5% de los votos, con una apreciable subida de casi cuatro puntos, pero tuvieron que conformarse con 62 escaños, el mejor resultado de un tercer partido en 80 años, pero lejos de sus aspiraciones de lograr entre 65 y 75, debido al peculiar sistema electoral británico, que premia al primer partido en perjuicio de los demás. Pero, a pesar de su sólida implantación electoral, los liberales parecieron crecer sobre todo gracias al voto protesta contra los laboristas y fracasaron en su intento de ganar escaños a costa del Partido Conservador, lo que pone en evidencia las limitaciones de su estrategia de situarse en estas elecciones a la izquierda del laborismo.
Ayer por la mañana, tras encargarle la reina Isabel la formación de Gobierno, Tony Blair compareció ante la puerta del 10 de Downing Street acompañado de su esposa, Cherie, y sus cuatro hijos. Aunque más animado que la víspera, su semblante contrastaba con la euforia que destilaba ocho años atrás en ese mismo escenario, cuando los laboristas festejaban su regreso al poder tras 18 años de thatcherismo. "Cuando estaba aquí hace ocho años era mucho más joven, pero tenía mucha menos experiencia", dijo. "Creo que ahora tengo una idea muy clara de lo que los británicos esperan de un tercer mandato", añadió. "He escuchado y he aprendido". La sombría celebración de Blair, que ayer cumplió 52 años, contrastó con la inmensa satisfacción que destilaba durante la noche electoral el semblante de Gordon Brown, su gran amigo primero, su gran rival después. El apoyo electoral al laborismo combinado con el voto de castigo a Blair se interpreta de manera general como la invitación de los electores a que se acelere la sucesión al frente del partido y del Gobierno, que se espera ahora para dentro de menos de dos años.
Blair, un hombre acostumbrado a que le quieran, ha perdido la estima de un público que aprecia su gestión de Gobierno en general, pero no le perdona que metiera al país en la guerra. No ha sido Irak la única causa del bajón laborista, pero sí la principal, porque sus votos no se han ido al Partido Conservador, la alternativa natural, sino a los liberal-demócratas, que han hecho de la oposición a la guerra de Irak su principal estandarte durante toda la legislatura.
El resultado de las elecciones plantea también un serio interrogante sobre la justicia de un sistema electoral que funciona bien cuando son dos los partidos en liza porque le da todo el poder al que queda primero de los dos, pero que distorsiona la voluntad de los votantes cuando son tres los partidos que se llevan el grueso de los votos. Aunque con pocas posibilidades de llegar a algún sitio, estas elecciones pueden resucitar el debate sobre la conveniencia de adoptar un sistema proporcional.
La noche electoral provocó momentos de gran intensidad, como las duras palabras de Reg Keys al recriminar a Tony Blair la muerte de su hijo y otros soldados en Irak. O la derrota de la única mujer negra con posibilidades de hacerse con un escaño por el laborismo, Oona King, superada por George Galloway tras una tensa campaña en el este de Londres. Expulsado del Partido Laborista por sus ataques personales a Blair durante la guerra, Galloway es un político controvertido, de estilo caudillista y populista, que cuenta con gran apoyo entre los votantes musulmanes más indignados con la guerra de Irak. En el nuevo Parlamento habrá cuatro diputados musulmanes.
El último drama electoral se vivió ayer en Irlanda del Norte, donde el líder de los unionistas moderados y premio Nobel de la Paz, David Trimble, perdió su escaño.
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