Una segunda oportunidad
Después de 30 años en el sector de banca y seguros, Francisco Betés se quedó en la calle. Tenía 52 años, "una indemnización razonable" y un patrimonio que le habría permitido vivir bien sin volver a trabajar. Siempre había dicho que cuando se jubilara se dedicaría al golf, un deporte que practica desde hace 15 años. Lo intentó, pero sólo aguantó un par de meses. "Acabé aburridísimo", dice este antiguo director de distribución de la aseguradora Axa. Así que se puso a darle vueltas a qué hacer con su vida. "Quería trabajar, pero no de la misma manera", dice.
Como Betés, miles de españoles se encuentran en el paro ya cumplidos los 45, cuando aún son demasiado jóvenes para jubilarse y demasiado viejos para encontrar un nuevo trabajo con facilidad. Es difícil saber cuántos son exactamente, pues no hay una cifra oficial de prejubilaciones y hay modalidades diferentes. Los hay que salen a través de un expediente de regulación de empleo y los que pactan despidos individuales; que cobran un porcentaje considerable de su sueldo fijo -entre el 60% y el 75% de media- hasta que cumplen 60 años y se acogen a la jubilación anticipada de los 65 años que da derecho a la prestación por jubilación, y los que reciben una indemnización global.
Un estudio de IESE de 2003 estimaba que cada año se prejubilan en España entre 60.000 y 70.000 trabajadores, la mayoría de grandes empresas
Para la mayoría de ellos, el choque es brutal. De tener chófer y secretarias, tarjeta de crédito y móvil de la empresa, a que el teléfono no suene nunca
Un estudio de la escuela de negocios IESE del año 2003 estimaba que cada año se prejubilan en España entre 60.000 y 70.000 trabajadores, la mayoría de grandes empresas. Sólo el año pasado, las tres grandes entidades financieras del país -BBVA, Grupo Santander y La Caixa- retiraron de esta forma a 4.000 empleados.
Para la mayoría de ellos, el choque es brutal. Incluso para los que se van con indemnizaciones millonarias tras haber ocupado puestos directivos. De tener chófer y una o varias secretarias, tarjeta de crédito y móvil de la empresa, a que el teléfono no suene nunca. Cuando esto ocurre, "muchos deciden concentrarse en su hobby, pero otros tienen que ir al psiquiatra", asegura Sandalio Gómez, coordinador de la investigación del IESE sobre el impacto de las prejubilaciones en España.
Algunos deciden montar un negocio, convertirse en empresarios, una tendencia que está aumentando tímidamente en los últimos años, según coinciden varios expertos. El 14,6% de las personas que crean una empresa tiene más de 50 años, según los datos del Monitor Global de la Actividad Emprendedora (GEM), que en España coordina un equipo del Instituto de Empresa. Tienen una edad media de 55 años, y en su gran mayoría (82%) son emprendedores porque ven una oportunidad de negocio, casi siempre relacionada con su experiencia profesional anterior, y no porque necesiten trabajar.
Es lo que ha hecho Betés. Primero intentó comprar un hotel para alquilárselo a las empresas para sus cursos de formación, pero en el último momento no llegaron a un acuerdo con los vendedores. En marzo de 2003 creó IMAF, una consultora especializada en seguros, con otros nueve socios. Betés, que es el presidente, calcula que la firma facturará este año 350.000 euros. En octubre del año siguiente adquirió, con otros accionistas, el portal puntoseguro.com, una correduría de seguros en Internet. Y también comparte con dos colegas la propiedad y gestión de un aparcamiento.
Hay muchos más ejemplos. Algunos, como Emilio Mejorada, cobran la prestación por desempleo de golpe para convertirse en empresarios. Según los datos del Inem, el número de parados que se acoge a esta posibilidad para convertirse en autónomos ha crecido de forma sostenida en los últimos años. En 2003 fueron 20.919 y la estimación para el año siguiente era de 51.000.
"Un descubrimiento"
Tras 14 años a sueldo de la multinacional tecnológica Lucent Technologies, que cerró su planta madrileña a finales de 2001, Mejorada creó la empresa de prevención de riesgos laborales Prevysalus, que hoy tiene 12 empleados y ya da beneficios. "Fue un descubrimiento. Nunca pensé que sería empresario", explica.
Otros tienen más clara su vocación. Como Francisco Olascoaga, que fue presidente ejecutivo de Entel, una filial de Telefónica, y a los 64 años, y con varios proyectos empresariales a la espalda, sigue en activo y se entusiasma al hablar de su nuevo proyecto: una nueva Entel, creada en 2003, que no tiene nada que ver con la operadora.
No se trata de empresarios cualquiera. Tienen experiencia, contactos y saben lo que quieren. "Suelen ser iniciativas de calidad y sobreviven durante más tiempo", explica Ignacio del Castillo, coordinador del estudio GEM. Según esta investigación, en el 93% de los casos se trata de microempresas, con menos de cinco trabajadores.
El potencial de crecimiento de sus negocios es también menor que el de la media de los emprendedores, en parte por la edad y en parte porque "a los asalariados les cuesta perder el miedo a arruinarse", añade el subdirector de la Fundación Incyde, a través de la cual las cámaras de comercio forman emprendedores.
Los protagonistas además se toman esta segunda carrera de forma muy diferente. Más relajada. "Lo que no quiero es estar 14 horas trabajando", resume Olascoaga. Aprenden a equilibrar vida personal y laboral, y vuelven a sentirse útiles. "La ventaja es que nadie me impone nada, pero está el vértigo de que la gente depende de mí", asegura Mejorada. Betés comparte sensaciones: "Es una mezcla de una tremenda libertad y al mismo tiempo sentirte un poco solo". La tendencia no es nueva, pero se ha intensificado, en parte porque las empresas siguen prejubilando y en parte porque a los despedidos les quedan muchos años de vida útil.
Una red masculina con sede en el Club de Campo de Madrid
UNA DE LAS SENSACIONES compartidas por la gran mayoría de los directivos que se quedan sin trabajo en la frontera de los 50 es que se sienten desplazados. Da igual la indemnización que cobren por su despido. "Su vida pierde sentido y deben encontrar un nuevo rol en la sociedad", asegura el profesor Sandalio Gómez.
A esta situación, en la que algunos se hunden, se añade la sensación de ingratitud, de que han dado buena parte de su vida a una empresa que está dispuesta a pagar millones por prescindir de sus servicios. "Somos un colectivo incomprendido", resume Francisco Betés, que conoce a muchos antiguos colegas en su misma situación. De la necesidad de sentir que no estaban solos nació hace un par de años la idea de crear una asociación. No salió adelante, pero en su lugar, cada mes, un grupo de prejubilados de oro, de los que ocupaban puestos de primer nivel en grandes compañías, se reúne a comer en el Club de Campo de Madrid con un invitado escogido para la ocasión. En una de sus últimas comidas estuvo la antigua consejera delegada de Ana María Llopis, que fue presidenta de Openbank, para hablar del funcionamiento de los consejos de administración.
Esta red informal la forman alrededor de 70 ejecutivos, en su gran mayoría hombres, entre los que hay un ex consejero delegado de la aseguradora Winterthur, otro de Accenture, antiguos altos cargos del BBVA, de Telefónica, de la consultora Watson Wyatt... Se comunican por correo electrónico, comparten contactos y, sobre todo, se sienten vivos.
En la comida que un grupo de ejecutivos prejubilados celebró en el mes de marzo en el Club de Campo de Madrid sólo había una mujer. Entre los mayores de 50 años que deciden crear su propia empresa tras pasar la vida como asalariados también arrasan los hombres.
Según los datos del Informe GEM, el 80% de los emprendedores que superan esa edad son hombres, frente a un 20% de mujeres. Este dato contrasta con la media nacional del colectivo de emprendedores, donde las mujeres ganan peso cada año y en 2004 suponían el 27%.
La principal explicación a este desequilibrio es de carácter generacional, coinciden los expertos consultados. "Hasta ahora, las mujeres de cierta edad que eran despedidas cesaban su actividad profesional, y eso se nota en este colectivo", explica Ignacio del Castillo, profesor del Instituto de Empresa y coordinador de esta investigación.
En cuanto al nivel de formación de estos empresarios, y siempre según el mismo estudio, se reparten casi a partes iguales los que tienen título universitario y los que no. Aunque el 58% no tiene estudios superiores, hay un 21% que sí ha pasado por la Universidad, mientras que otro 21% le ha añadido al título universitario algún título de posgrado.
Para el 72% de ellos, ser empresario es una buena opción profesional, aunque algunos se quejan de la dificultad para obtener subvenciones. Cataluña, con el 24%; Madrid, con el 19%, y Andalucía, con el 10%, son las comunidades autónomas donde se dan más vocaciones.
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