Monumento a la paciencia
El sportinguista Isma vuelve a jugar a los tres años de haber sufrido una lesión de rodilla
Después de casi tres años de pelearse con su maltrecha rodilla, Isma, un monumento a la paciencia, sigue haciéndole guiños a la vida. Así que, cuando alguien duda de que pueda volver a ser el que fue, un defensa central con calidad suficiente para debutar con 20 años en Primera, alega con humor: "Estoy castigado por las lesiones, no por el fútbol. Aunque ya tengo 27, me quedé deportivamente en los 24".
Su reloj se paró bruscamente el 11 de mayo de 2002, en un partido en El Molinón, frente al Levante, en el que el Sporting agotaba sus últimas posibilidades de ascender a la máxima categoría. Isma, que movía con elegancia sus 192 centímetros, salió al cruce de su ex compañero Kaiku. En un giro, los tacos se le quedaron clavados en el césped y su rodilla crujió. Kaiku acabó marcando, pero el dolor del gol no fue nada comparado con lo que sintió él.
"Noté un chasquido tremendo. Fue como si la rodilla se saliera hacia fuera y volviera a colocarse", recuerda Isma. La traducción: rotura total del ligamento cruzado, el ligamento lateral externo y el menisco externo y parcial del ligamento interno. Era la famosa tríada que el médico del club, José Antonio de la Fuente, operó pocos días después con la esperanza de que el capitán rojiblanco volviese a jugar en seis u ocho meses.
Isma se pasó la siguiente temporada, 2002-03, cumpliendo una rehabilitación que apenas le rendía beneficios. Le costaba un mundo recuperar grado a grado la flexión de la rodilla, que se inflamaba en cuanto intentaba forzarla. Año y medio después, cuando empezaba a sentirse como un jubilado, decidió hacer caso a los que le aconsejaban visitar al doctor Ramón Cugat, en Barcelona.
Según Isma, aquel paso salvó su carrera: "Me parecía muy joven para retirarme. El fútbol es la ilusión de mi vida y no podía permitirme el lujo de tirar la toalla sin luchar. Ahora veo que ha merecido la pena seguir haciéndolo". Aparte de su familia y su novia, no sabe cómo agradecer la ayuda de Cugat: "Desde el primer momento, me dijo: 'Esta rodilla juega al fútbol'. Gracias a su trabajo y el de sus fisios, he superado un problema que parecía definitivo".
Tras unos meses muy duros en Barcelona, sólo dulcificados por la estupenda marcha del Sporting, a mitad del pasado curso regresó Isma a Gijón con la rodilla muy mejorada y la moral por las nubes. Ya en la pretemporada empezó a sentirse como uno más y el pasado 27 de octubre recibió la confirmación oficial con su alta médica.
La futbolística se la dio el pasado domingo el entrenador del Sporting, Marcelino García, que llevó el caso Isma con mucho mimo. Primero, le convocó un par de veces para encuentros en El Molinón aunque al final le descartase. El 6 de febrero, 33 meses después de la jornada fatal, ya fue suplente ante el Murcia. Y en el minuto 86 del partido de la pasada jornada, en La Condomina contra el Ciudad de Murcia, saltó al césped poco después de que su tocayo Ismael sentenciase: 0-2.
"Se ha terminado la pesadilla", declaró Isma al tiempo que revelaba su siguiente objetivo: "He soñado muchas veces que volvía a saltar a El Molinón. En ese momento, después de tantas ganas y tanto trabajo, quizá sienta más nervios que un debutante". Un debut, por cierto, que data de la campaña 1997-98, la del descenso. Es el único jugador que queda de aquella plantilla de Primera.
No le preocupa la categoría, sino sentirse futbolista. Sabe que será difícil porque el Sporting ha recuperado a todos sus centrales lesionados. También comprende que su contrato con el Sporting concluye el 30 de junio y que, en principio, tiene pocas opciones en otro club: "Los demás tienen derecho a dudar. Pero que un médico tan prestigioso como Cugat haya dado el visto bueno debería ser suficiente garantía".
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