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Reportaje:

Amenaza de crisis global

La debilidad de la economía provoca un aumento de la volatilidad en los mercados de valores de todo el mundo

Las bolsas de todo el mundo han estado a punto de entrar en una profunda crisis debido a la debilidad de la economía y a la acumulación de advertencias sobre la fragilidad de la situación. Nueva York y Tokio han tocado nuevos mínimos anuales y el mercado español ha perdido las ganancias anuales en medio de una creciente volatilidad.

Las dudas sobre la evolución a medio plazo de la economía global han puesto a los mercados de valores al borde del desastre, obligando a muchos inversores a deshacer posiciones a toda prisa y, sobre todo, planteando la posibilidad de entrar en una crisis de mayor calado.

Nueva York ha sufrido una caída del 4,72% en seis sesiones, hasta tocar los mínimos anuales y poner al Dow Jones al borde de los 10.000 puntos
La situación de la Bolsa española en medio de las oscilaciones mundiales es delicada. Su tamaño la hace más vulnerable

La Bolsa de Nueva York cayó el 4% en sólo tres sesiones y las alarmas saltaron en el resto del mundo, en el que se producía una reacción en cadena que, en el caso de la Bolsa española, situó al Ibex 35 en pérdidas anuales.

Si la caída de las bolsas hasta estos niveles era nueva, no lo era la situación que la había precedido, ya que los indicadores económicos venían avisando desde mucho tiempo atrás de la irregularidad del crecimiento de la economía que, a su vez, se ha visto agravado por las constantes subidas del precio del petróleo.

La combinación de estos factores ha llevado a una situación común a las tres grandes áreas económicas, la del euro, la del dólar y la del yen, al provocar tensiones inflacionistas que han obligado a las distintas autoridades monetarias a lanzar constantes avisos sobre sus consecuencias a medio y largo plazo.

En Estados Unidos las decisiones han sido inmediatas y, al contar con un crecimiento económico estable en los primeros meses del año, los tipos de interés han iniciado una corrección al alza contraria a los intereses de la renta variable, mientras que en la eurozona y en Japón la posibilidad de una subida de los tipos de interés parece más lejana por la debilidad del crecimiento económico.

Las respuestas a una misma presión han sido muy diferentes y han provocado, en principio, distintas respuestas por parte de los inversores a lo largo del primer trimestre, lo que trajo consigo subidas razonables de las bolsas en la eurozona y Japón y recortes en Estados Unidos.

La novedad en esta ocasión llegaba con los nuevos indicios de un repunte de la inflación en Estados Unidos junto con nuevos síntomas de debilidad de la economía. En esta misma semana se publicaba el IPC del mes de marzo en Estados Unidos, que, con una subida del 0,6%, sitúa la inflación interanual en el 3,1%, muy por encima de las expectativas de los analistas, y abre la puerta a nuevos ajustes en los tipos de interés.

No obstante, para la mayoría de los analistas el verdadero problema que hay planteado a medio plazo es el de los déficit, presupuestario y comercial, de Estados Unidos, bautizados como déficit gemelos y para los que no parece haber soluciones inmediatas. Estados Unidos consume más de lo que produce y ni siquiera la debilidad del dólar ha conseguido frenar las compras al exterior, al tiempo que las medidas fiscales de la actual Administración, que algunos analistas definen como fiscal fantasyland, parecen encaminadas a perpetuar el déficit presupuestario, pues, como afirma un acertado analista del mercado de divisas, incluso recientemente se ha aprobado una reducción de impuestos sobre herencias.

Las llamadas de atención lanzadas por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, parecen caer en saco roto, aunque abonan el terreno para que el recorte presupuestario se realice por el lado de los servicios sociales, algo que no convence a los analistas por la posible inestabilidad social que puede provocar a largo plazo.

Con este panorama, la Bolsa de Nueva York ha sufrido una caída del 4,72% en seis sesiones, hasta tocar los mínimos anuales y poner al índice Dow Jones al borde de los 10.000 puntos, una referencia cuya posible pérdida causa temor en todo el mundo, a pesar de que el mercado estadounidense parece haber perdido algo de peso como referente obligado para el resto de las bolsas.

Con las cotizaciones en mínimos y una caída tan pronunciada, el miedo de los inversores a una crisis -nadie se atreve a hablar de un crash- ha subido en intensidad, aunque no es ésta la primera vez en este año que la Bolsa de Nueva York avisa sobre la fragilidad de la situación económica. El pasado mes de marzo aquel mercado cayó desde sus valores máximos del año para perder el 4,89% en 16 sesiones y es, precisamente, la suma de estas dos posibles crisis la que plantea el problema, pues en un mes y medio la Bolsa de Nueva York ha pasado de ganar el 1,46% a perder más del 6% en el año.

Aunque la mayoría de los analistas mantiene su preferencia por los mercados europeos y Japón por delante de Wall Street, los inversores con mayor experiencia dudan de la capacidad de las bolsas para moverse sin la referencia de Wall Street.

La fortaleza del euro y del yen frente al dólar es uno de los argumentos en favor de estas bolsas, mientras que el mayor dinamismo de la economía norteamericana es una baza a tener siempre en cuenta. Pero esa ventaja ante el dólar no parece un argumento sostenible a largo plazo, pues son numerosos los analistas que ven en una depreciación fuerte del dólar una nueva fuente de problemas para los mercados financieros.

Por el momento, el desajuste entre las bolsas europeas y la norteamericana es más una fuente de ingresos para los inversores más ágiles que un problema en sí, pero la capacidad de arrastre de aquel mercado está plenamente corroborada y, como se ha podido ver en estos días, todavía funciona.

La situación de la Bolsa española en medio de los movimientos globales es delicada, pues por su tamaño se muestra más vulnerable a los cambios de orientación. Oponer a la corriente dominante el argumento de los buenos beneficios de las empresas españolas "es como ponerse delante de un tren", aunque este mercado cuenta con algunos recursos extraordinarios que sí que son capaces de sujetar a los pequeños inversores en momentos de crisis. La rentabilidad por dividendos de las empresas cotizadas es superior a la media y, aunque una de las posibles razones de la crisis es la subida de los tipos de interés, parece lejano el momento en que el BCE decida atajar las incipientes presiones inflacionistas mediante una subida de los tipos de interés que conceda a la renta fija alguna ventaja sobre la renta variable.

Si la situación interna de los mercados parece medianamente sólida según la mayoría de los participantes, no parecen opinar así en las grandes instituciones internacionales, como el FMI, cuya opinión reciente sobre el posible riesgo de una "corrección abrupta" de los mercados financieros tuvo mucho que ver con las caídas de todas las bolsas europeas en la jornada del pasado lunes.

El FMI advertía sobre la posibilidad de esa corrección si los desequilibrios de la economía mundial no son atacados. Entre estos desequilibrios están los déficit fiscal y comercial de Estados Unidos, las excesivas diferencias de crecimiento en las distintas regiones del planeta y las diferencias entre tasas de ahorro en el mundo, problemas todos lo suficientemente conocidos desde hace mucho tiempo como para airearlos en momentos en los que planea una crisis por motivos más concretos.

Pero lo que ha puesto de manifiesto esta situación es que algo está pasando en los mercados, en todos ellos, y lo peor es que nadie sabe dar razones concretas, de ahí que las reacciones de los inversores sean bruscas y capaces de provocar por sí mismas una crisis sin necesidad de buscar otros argumentos.

Escarbando más en los últimos indicadores económicos de Estados Unidos, algunos observadores ven en el crecimiento de la inflación las causas de la caída en la confianza de los consumidores, y ésa sí parece una buena razón para tomar precauciones, sobre todo porque están dejando de comprar automóviles y están poniendo a una de las principales industrias estadounidenses al borde del precipicio por la caída de las ventas.

Las precauciones que adoptan los consumidores estadounidenses en los últimos meses son similares a las de los europeos y plantean la posibilidad de que la economía de Estados Unidos no sea capaz de tirar del conjunto, justo en un momento en el que crecen las dudas sobre la capacidad de Europa y Japón para tomar el relevo.

Otra de las razones que esgrimen los analistas para quitar hierro a esta posible crisis es la ausencia de alternativas de inversión. La deuda pública apenas cubre la inflación, el mercado inmobiliario parece cerca de la saturación y el resto de los activos exige conocimientos adicionales fuera del alcance del común de los mortales, lo que, unido a la abundante liquidez que ha generado el sistema en los últimos años, sitúa a las bolsas en el obligado punto de mira de la inversión.

En el fondo, y a pesar de lo alarmante de las caídas, las bolsas no han hecho más que volver al punto de partida en el plazo de cuatro meses, lo que entra en lo razonable y sitúa una parte del problema en la elevada volatilidad de los mercados financieros como consecuencia de una situación similar en los mercados del petróleo.

Un analista telefonea frente a la Bolsa de Nueva York.
Un analista telefonea frente a la Bolsa de Nueva York.EFE

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