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Columna
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Atletas y viajeros

Viajar en avión es un ejercicio cardiosaludable, estamos hablando de líneas comerciales y de aeropuertos convencionales. No hace falta volar muy lejos siempre que volemos, por ejemplo, desde Barajas, kilométrico circuito peatonal. Vaya a donde vaya, en este aeropuerto diseñarán para usted y sus compañeros de viaje una dura sesión de ejercicio físico, con o sin carrito, carrera de obstáculos, senderismo por intrincados y mal señalizados itinerarios. Las pasarelas móviles que alivian el tránsito permiten realizar suaves ejercicios gimnásticos, al paso por los infinitos hangares que conducen a las puertas de embarque que comunican con los "fingers", en el mejor de los casos, o en los autobuses con remolque que no arrancan hasta haber prensado y enlatado a su patética y sufrida carga.

Pero no vayamos tan deprisa, los aviones vuelan muy rápido, pero acceder a ellos requiere tiempo, paciencia y esfuerzo. Nada más llegar, luego ya veremos cómo, a la terminal, un nombre algo siniestro para los aprensivos, los aspirantes, cargados de maletas y bolsas, compiten en la busca del carrito que habrán de empujar decenas o cientos de metros según la suerte, hasta la cola del mostrador de facturación. Después, los porteadores se dirigirán a la puerta marcada que suele estar en la parte más alejada de la última ampliación del aeropuerto. Para llegar a la puerta E-84 hay que pasar por una nueva cola, por un estricto control que se desgañita cuando detecta la hebilla del cinturón, la moneda perdida hace meses en el fondillo de la chaqueta o las grapas de la ortodoncia.

Superada la implacable frontera, el competidor se sumerge en un laberinto de galerías comerciales y alegra su vista con un paisaje de animadas franquicias y selectas boutiques. El aeropuerto de Barajas es un clásico que sigue viviendo en aquella edad dorada de la aviación comercial en la que sólo viajaban los ricos; en los numerosos chiringuitos, folklóricos o de diseño, minimalistas o bizarros, los precios, mantienen su caché, su categoría internacional en el autoservicio, en el buffé frío, la baguette descongelada o el perrito caliente.

La odisea del viajero, cuando los hados no le son propicios, no termina ante la puerta de embarque E-84; entre las prácticas habituales del ente aeropuertuario para mejorar la circulación de los miembros inferiores de sus siervos, antes de empotrarlos en los pupitres de clase turista, figura la del cambio inesperado de puerta de embarque del que no suele avisar la megafonía, distorsionada y caótica, dedicada esencialmente a recordarnos que vigilemos nuestras pertenencias personales, porque como algunos viajeros, exhaustos antes comenzar el viaje, empiezan a sospechar por aquí anda mucho chorizo suelto, mucho pájaro de cuenta. El camino de retorno de la E-84 a la ¿C-22? empieza a dejar tirados a los fumadores en los tristes pesebres especialmente dispuestos para ellos. En días en los que los hados no es que no sean propicios, es que parece que la han tomado con nosotros, la C-22 se mutará en la ¿B-52?. Hasta tres veces, y por eso utilizo la primera persona, me mandaron hace unos días de puerta en puerta y de esquina en esquina. Menos mal que pude reposar, con el respaldo en posición vertical, la mesa plegada, las rodillas clavadas en el asiento delantero y el cinturón en regla, durante los 30 minutos que estuvimos esperando pista.

Antes de iniciar su periplo por las galerías de este purgatorio que nos prometió el cielo, el viajero ha superado otra prueba no menos dura, afrontando las asechanzas del tráfico de la congestionada autopista, las abultadas tarifas del parking o del taxímetro, o, en su defecto, añadiendo a su vía crucis unos cuantos kilómetros de túneles y pasadizos de la única línea de Metro. La construcción de la nueva terminal añadirá kilómetros de sufrimiento a los atletas, porque Esperanza Aguirre, señora de las comunicaciones comunitarias se niega a financiar la ampliación del metro para enlazar con las nuevas y lejanas instalaciones. La culpa no es de ella, dicen los suyos sino de Zapatero que ganó las elecciones y sustituyó a su amigo Cascos en el ministerio de Fomento, Esperanza dijo sí a la ampliación de Paco, pero dice no a la que propone Magdalena. Cosas de la política, considerada como una de las malas artes.

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