José Coderch, una vida dedicada a la diplomacia y la política
Hay personas cuyas vidas quedan marcadas por decisiones que les trascienden y que hacen olvidar, casi de un plumazo, su trayectoria y sus méritos. José Coderch Planas, de 58 años, que falleció el domingo por la mañana en Girona, es una de ellas. Su nombre quedará indefectiblemente asociado a la mayor bronca entre España y Cuba.
Acababa de tomar posesión como embajador de España en Cuba cuando, el 26 de noviembre de 1996, Coderch fue despertado de madrugada para ser informado de que el presidente Fidel Castro le retiraba el plácet que le había concedido días antes y que debía abandonar la isla.
El motivo invocado era una entrevista suya al diario Abc en la que aseguraba que el Gobierno español "está deseando apoyar un proceso de democratización en Cuba" y que su intención era "tener las puertas de la Embajada abiertas de par en par a los sectores de la disidencia".
Pero esas palabras brindaron a Castro el pretexto para escenificar una crisis con el Gobierno de José María Aznar, que se esforzaba entonces en que la Unión Europea endureciese su posición común con Cuba, algo que logró con matices.
Coderch decía soñar con una transición en la isla como la que él mismo había contribuido a promover en España. Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona y en Ciencias Políticas por la Complutense de Madrid, Coderch ingresó en la carrera diplomática a finales de 1974, pero menos de tres años después empezaba a entrar en política de la mano del presidente Adolfo Suárez.
Éste le nombró primero, en octubre de 1977, secretario general de su gabinete. Dos años después Coderch dará un paso más en su compromiso con Suárez al presentarse, y ser elegido, a la presidencia de la UCD en Girona, de donde era originario. Había nacido el 17 de marzo de 1947 en Castelló d'Empuries. Estaba casado con la búlgara Ralista Pavlova.
Siempre en el ámbito catalán, fue nombrado, un año después, gobernador civil de Barcelona, pero a los ocho meses sus desavenencias con el ministro del Interior, Juan José Rosón, le llevaron a presentar su dimisión y a pedir su reingreso en la carrera diplomática.
Su paso por la Embajada en Buenos Aires, como secretario, no le hizo perder su fibra política. Ingresó en el Centro Democrático y Social, el heredero de UCD, y obtuvo incluso un acta de eurodiputado en 1987, en las primeras elecciones en España a la Asamblea de Estrasburgo. Dos años más tarde ya no consiguió ser reelegido.
Se reincorporó, otra vez, al Ministerio de Exteriores y fue nombrado cónsul en Amsterdam. Ocupó año y medio el puesto, hasta que el Comité Organizador Olímpico Barcelona 92 le eligió para ser el director de sus relaciones externas. Aquellos que le conocieron durante los Juegos Olímpicos alababan sus dotes protocolarias.
Acabados los Juegos, este embajador de España, un título que le concedió el Consejo de Ministros, regresó al modesto puesto de Amsterdam, de donde le rescató, en 1994, Javier Solana para ponerle al frente de la Escuela Diplomática. La convirtió en un gran foro de debate.
Escaldado por la experiencia cubana, Coderch rechazó alguna embajada de primera fila y se conformó, en 1997, con hacerse cargo de la de Bulgaria. En 2001 fue nombrado embajador en Brasilia, de donde tuvo que marcharse, a finales del año pasado, aquejado por una grave enfermedad.
Miguel Ángel Moratinos, el titular de AsuntosExteriores, le describió ayer como un "gran diplomático y defensor de España". El ministerio organizará un funeral oficial en los próximos días.-
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