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EE UU prepara medidas para frenar la avalancha textil china

La importación de pantalones ha crecido un 1.521% en tres meses

"Cuando un país como China se come nuestro mercado, debemos actuar rápido para pararlo". Estas palabras del senador republicano Trent Lott son la muestra más clara del clima de tensión que se siente en el Capitolio, en el centro del poder político en Washington, ante la avalancha de artículos textiles chinos tras la abolición del régimen de cuotas de importación. Camisas, pantalones y ropa interior están inundando el mercado.

"El tiempo es crucial", advierte Cass Jonson, presidente del consejo nacional de organizaciones textiles. Los datos del Departamento de Comercio sirven para justificar este nerviosismo. Durante el primer trimestre del año, los importadores chinos introdujeron en el mercado estadounidense 84,48 millones de camisetas de algodón, lo que representa un incremento del 1.258% si se compara con el mismo periodo de 2004.

En el caso de los pantalones, el incremento fue aún mayor, del 1.521%, y en el de la ropa interior, del 300%. Esto tiene un efecto inmediato en la industria textil local, que desde la abolición de las barreras comerciales el 1 de enero ha tenido que cerrar 14 de sus plantas textiles en cinco estados y destruir varios miles de empleos. La situación se veía venir desde hace más de un año. EE UU, como la Unión Europea, quiere proteger a su industria de la brutal competencia china.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) contempla la posibilidad de restaurar el régimen de cuotas como medida de salvaguardia. Un paso que acaba de anunciar la Comisión Europea. Washington, por su parte, ha señalado que está revisando la situación antes de decidir a qué tipos de productos textiles impone la medida de emergencia. "Actuaremos en base a los hechos", afirma Carlos Gutiérrez, secretario de Comercio.

"Es el primer paso para determinar hasta qué grado está afectando a nuestro mercado y el papel que está desempeñando China", remachó, a la vez que dejó claro que actuará respetando la legislación internacional. En paralelo, la Administración que preside George Bush tiene entre sus prioridades políticas para su segundo mandato la firma de un acuerdo de libre comercio con los países de Centroamérica (CAFTA). Por eso muchos analistas ven en esta maniobra una vía para evitar que la iniciativa caiga de la mesa en el Congreso, ante la nueva situación creada en el sector textil por China y que EE UU no ignora.

Washington acusa tradicionalmente a Pekín de mantener artificialmente baja su divisa para que sus productos sean aún más baratos en el mercado internacional. Es la misma política que sigue la Casa Blanca con el dólar, pero que no está teniendo el mismo efecto a la hora de potenciar sus exportaciones, porque el resto de las economías mundiales, como la europea, no crecen lo suficiente como para consumir sus productos.

Además, se acusa a los chinos de producir sin respetar las normas laborales y de no frenar la violación de los derechos de propiedad intelectual.

Trabajadoras chinas en una factoría textil de la ciudad de Shenzhen.
Trabajadoras chinas en una factoría textil de la ciudad de Shenzhen.REUTERS

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