Un 'pichichi' generoso
Eto'o regresa al Bernabéu como gran goleador del Barça, sin ánimo de revancha y agradecido al Madrid
En octubre de 1996, Samuel Eto'o llegó a Barajas vestido con camiseta y pantalón corto. "Hacía mucho frío", recuerda de aquella tarde en la que, con 15 años, pisó Madrid por vez primera. A su lado viajaba Antonio Olisse, un chaval nigeriano, invitado como él a pasar una prueba. "Le vi en Alemania hace poco, cuando fuí a jugar con Camerún", explica ahora el jugador azulgrana; "se partió la rodilla y tuvo que dejar el fútbol". No cuenta que, generoso como es, le extendió un préstamo a fondo perdido.
Hoy, Eto'o es millonario. En 1996, cuando llegó a Barajas con retraso, nadie le esperaba y no tenía un duro. Un señor de raza negra se le acercó, Eto'o le explicó su problema y el de su compañero y ambos fueron invitados a viajar en coche al hotel Centro-Norte, utilizado por el Madrid como residencia para sus promesas. Allí conoció a Gonzalo, que sigue siendo el conserje y que fue su primer amigo en Madrid. Gonzalo le recuerda como "un chaval que perdió pronto la timidez". "Era muy alegre y listo. Me alegraría que marcara un gol y", matiza, "que el Madrid le metiera cinco al Barcelona".
"Cada jugador tiene su historia y la mía empezó así", recuerda el futbolista; "llegué con la ilusión de triunfar en el Madrid". No lo consiguió pese a que Fabio Capello quedara impresionado la primera vez que le vio jugar. "Hemos fichado al Weah del futuro", le contó Pirri y el técnico italiano invitó al futuro ariete a un entrenamiento. Y alucinó. Como Mijatovic, que, al final del trabajo, le regaló sus botas: "Un futbolista tan bueno se merece jugar con las mejores botas".
Eto'o sólo disputó tres partidos de Liga con el Madrid, ninguno como titular, y nunca cantó victoria: el día de su debut, en 1998-99, empató contra el Espanyol en Montjuïc y al año siguiente perdió (1-3) ante el Atlético y en Vigo (1-0).
El camerunés vuelve mañana a Madrid y, a diferencia de entonces, le recibirán decenas de fotógrafos, vestirá el elegante traje que distingue a los jugadores del Barça y dormirá en un hotel de lujo del paseo de la Castellana. "Me siento como un chaval al que le han comprado unas botas nuevas y está loco por estrenarlas. Yo iba al campo a ver esos partidos y ahora me siento un afortunado al pensar que tengo la oportunidad de vivirlo desde dentro", reconoció ayer, vestido con una ceñida camiseta roja con el escudo Ferrari estampado en su pecho y el título provisional de pichichi, con 21 goles, cifra que de alguna manera justifica los 27 millones de euros que el Barça pagó al Mallorca y al Madrid, propietarios de su ficha y que se jactaron de haber cerrado una operación muy ventajosa.
Eto'o, que se sintió menospreciado por el Madrid, descarta la revancha. Y lo justifica: "Tengo la suerte de jugar en el Barça, pero sé que, de no haber fichado por el Madrid, ahora no disfrutaría esta etapa. Así que no puedo tener ganas de desquite". Ni siquiera la posibilidad de firmar el gol 1.000 que sufriría el Madrid en el Bernabéu le distrae: "Marcar no está en mi mano; correr, sí. Y voy a correr como siempre para ayudar al equipo a ganar. Aunque no marque, seré féliz si ganamos". A fin de cuentas, sería lo más normal porque en sus cuatro visitas a Madrid como jugador del Mallorca ganó tres veces, empató la otra y sumó tres goles, el último celebrado de forma desafiante hacia la directiva blanca. "Yo debería estar aquí", se le entendió en alusión a Florentino Pérez.
Eto'o intuye un recibimiento hostil, y más ahora que le comparan con Luis Enrique, pero no le preocupa: "Habrá quien quiera que me vayan mal las cosas, pero Dios no es tonto, sabe que he trabajado mucho para llegar hasta aquí y no voy a bajar los brazos ahora". "Saldrá a 300 por hora", advierte Xavi; "buscará el gol como un loco".
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