El vampiro sediento
Ronaldo ansía cerrar la sequía rematadoraque sólo le ha consentido marcar un tanto desde febrero
"Se le nota que está sediento", dice Pavón, el central del Madrid, que mide a su compañero en cada partidillo de preparación del encuentro con el Barça; "Ronaldo necesita los goles como el beber. Es como los vampiros".
Hace apenas un año, el jardín de la casa de Ronaldo, en la lujosa urbanización de La Moraleja, reflejaba su carácter. Amigas y amigos tomando el sol junto a la piscina, música de baile, perenne barbacoa con Coca-Cola, trofeos en las vitrinas y juguetes de Ronald por todas partes. Juguetes que disfrutaba más el padre que el hijo.
Hace apenas un año, Ronaldo sumaba 24 goles en la Liga, exactamente el doble de los que lleva hoy. Su vida se parecía mucho a la que habría diseñado un chaval de 10 años si contase con su fortuna. Era feliz y su jefe, Florentino Pérez, le daba permiso para hacer casi todo, incluso a costa de la autoridad de los técnicos. Pero su vida estaba a punto de dar un giro.
"Ronaldo", decía uno de sus compañeros hace unos días, "es como un niño. Y a los niños hay que ponerles un límite".
Mezcla de recelo y admiración, la opinión de su colega no contrasta con la de la mayoría del vestuario. El genio de Río es un hombre especial, portador de unas contradicciones que se trasladan al equipo y al mismo proyecto deportivo.
Desde su llegada, en 2002, el Madrid perdió toque para adecuarse a sus condiciones de cazador solitario. Entre los directivos, no hubo otro jugador que despertase mayor fascinación dentro y fuera del campo. Y entre los jugadores, ninguno alimentó más sentimientos encontrados: sorpresa, envidia y alegría. Cuando el Madrid entró en crisis, a Ronaldo le convirtieron forzosamente en símbolo del desastre.
Grandioso por su carácter aniñado, libre y voraz, el delantero activó las alarmas del club cuando regresó dos días más tarde de los previstos tras celebrar su unión con Daniela Cicarelli, en Francia. Desde esa semana, el presidente, Florentino Pérez -patrocinador oficial de la boda-; el director general de fútbol, Arrigo Sacchi; su entrenador, Vanderlei Luxemburgo, y muchos de sus compañeros, relacionaron la fiesta con los problemas estructurales del equipo. "¡Se acabó!", proclamaron los directivos. "¡Es un jeta!", se quejaron los jugadores, muchos de los cuales asistieron a la fiesta. La afición no tardó en unirse. Ronaldo, que tenía la culpa de una parte alícuota, asumió la totalidad. Salió perjudicado. Y, con él, el Madrid.
Como dijo Marco Teixeira, ayudante de campo de Luxemburgo, antes de enfrentarse a la Juve en la Liga de Campeones, en una conversación privada: "Hay que olvidarse de los galácticos. Aquí el único capaz de sacar a este equipo adelante es Ronaldo".
La verdadera tragedia del Madrid fue que Texeira tenía razón. Y Ronaldo, a partir de febrero -celebró su boda el 14-, cantó sólo un gol.
Hoy, la casa de La Moraleja tiene otro aspecto. Más solitaria, redecorada por su mujer, tiene una discreta elegancia. Más ordenado en su quehacer cotidiano, el único detalle que le queda de los días rumbosos son los coches de la prensa del corazón apostados a la puerta. En los entrenamientos ha aumentado la intensidad. Está más en forma que nunca y su motivación es excelente. Tras la tormenta, reina la armonía. La novia, el entrenador, el presidente, los compañeros, el cuerpo, la mente... Sólo faltan los goles. Demasiado.
"Los jugadores brasileños", dice el director de comunicación de Ronaldo, David Espinar, "viven absolutamente al día. No piensan a largo plazo".
Ronaldo, que no ha tenido una vida fácil, se ha hecho a sí mismo, gol a gol, y vive al día. Su día de hoy es el partido contra el Barça. Y lo espera con ansia.
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